Acaba el ciclo 'Breaking bad'
Crítica final de 'Better call Saul (temporada 6)': brillante cierre romántico de una saga clásica
El ya legendario universo 'Breaking bad' concluye hasta nuevo aviso con el emocionante cierre para lo que ha resultado ser toda una tragedia romántica
Juan Manuel Freire
Periodista
Periodista y crítico cultural.
Lo que iba para comedia sobre nuevos casos de Saul Goodman, el abogado criminalista más criminal de Albuquerque, fue cogiendo forma de tragedia inevitable e historia de un amor más que de un 'cartoon'. Si algo ha hecho esencial este 'spin-off' del clásico 'Breaking bad' ha sido la descripción minuciosa de los altos y bajos, las dudas y huidas y la química peligrosa entre Jimmy McGill (Bob Odenkirk) y su finalmente esposa Kim Wexler (Rhea Seehorn), dos abogados unidos por su recelo hacia la clase alta, decididos a ayudar, por los medios que sean necesarios, a los desamparados sacudidos por el establishment legal.
La trama del cartel de drogas mexicano discurría casi en paralelo, pero se acabó cruzando de forma chocante y disruptiva en la historia de este hombre y esta mujer. Howard Hamlin (Patrick Fabian), el abogado que quería sacar todo el rendimiento económico posible, también por los medios que fuesen necesarios, al caso de Sandpiper, se colocó ante Jimmy y Kim en el momento menos apropiado, poco antes de la visita de Lalo Salamanca (Tony Dalton), quien ni siquiera sabía quién era Howard cuando le disparó a bocajarro. Las tensas repercusiones del asesinato, núcleo del episodio 'Juego y diversión', hicieron que Kim terminase de aceptar algo que sabía desde hace tiempo. "Separados estamos bien, pero juntos… es veneno", recordaba a Jimmy antes de empezar a hacer las maletas.
¿Cuándo se convirtió Jimmy McGill en Saul Goodman? Básicamente, cuando Kim cerró la puerta de casa por última vez. En la colorida coda del citado episodio, un 'flashforward' a un futuro indefinido mostraba a un Saul en pleno apogeo, oportunista antes que humano, y por eso tenía sentido que en los créditos finales volviera a sonar ese groove funk aparcado por un tiempo por motivos dramáticos.
Convertido Jimmy en Saul, los cocreadores Vince Gilligan y Peter Gould podrían haber convertido 'Better call Saul' en ejercicio de 'fanservice', pero las inevitables apariciones de Walter White (Bryan Cranston) y Jesse Pinkman (Aaron Paul) han servido para apuntalar la historia que se nos está contando en este momento; no tanto para revivir viejas nostalgias. Y, en realidad, tampoco es que se haya dedicado mucho metraje a la línea temporal de 'Breaking bad': sobre todo, se ha viajado al futuro para desgranar, en lógico blanco y negro, las nuevas pero apagadas vidas de Jimmy y Kim, quienes nunca soñaron con llevar un local de rollos de canela en unos grandes almacenes ni escribir catálogos de aspersores.
El divisivo (pero, si me preguntan, brillante) episodio 'Nippy' parecía una aventura autoconclusiva en la que Jimmy encontraba un modo de librarse de aquel pesado taxista (antes Don Harvey, ahora Pat Healy) que parecía dispuesto a desvelar su identidad y cuyo único punto a su favor era tener como madre a Carol Burnett. Sin embargo, en el inmediatamente posterior episodio 'Breaking bad', Jimmy proponía otro retorcido plan al dudoso personaje y parecía volver a abrazar la estafa. En un camino inverso, en el episodio 'Riego y depuración', Kim buscaba algo parecido a su redención y vivía un momento de catarsis en autobús que debería poner el Emmy de una vez por todas en manos de Rhea Seehorn.
Ya en el episodio final, escrito y dirigido no por Gilligan (padre de 'Breaking bad'), sino por su gran aliado Gould (cocreador de 'Better call Saul'), la declaración jurada de Kim movía a Jimmy, sin embargo, a un emotivo sacrificio y el cambio de un acuerdo más que beneficioso por una mente algo más limpia. Pudo pasar solo siete años en prisión, pero ha preferido pasar ochenta y seis. "Pero con buena conducta, ¿quién sabe?", le dice a Kim con no poca autoironía en un maravilloso encuentro 'noir' en prisión, la llama del cigarro como único punto vivo en un paisaje en escala de grises. Pero el verdadero broche de oro es más bien wéstern: un juego de pistolas que Jimmy toma prestado a Kim para desarmar a los admiradores de esta serie insuperable.
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