TÓMATELO EN SERIE
Crítica de 'Love life': romances de una milenial
La comedia dramática con Anna Kendrick arranca de forma bastante convencional, pero crece con cada episodio
Juan Manuel Freire
Periodista
Periodista y crítico cultural.
Juan Manuel Freire
'Love life' es la única nueva serie de ficción que ofrece, en su día de estreno, la plataforma HBO Max, cuyos contenidos veremos aquí de momento en nuestro HBO de toda la vida. Curiosa elección: esto no es ningún 'blockbuster' épico, sino una serie pequeña y bastante modesta sobre las guerras del amor y la búsqueda de la felicidad.
El punto de partida es interesante, e incluso sorprende que no se haya usado antes. Aplicando el ampuloso concepto 'antología' al género de la comedia dramática, cada temporada de 'Love life' recorrerá el historial amoroso de un personaje distinto, a razón de una pareja por episodio. Según los datos expuestos con flema británica por Lesley Manville (en el papel de narradora austeniana al estilo de la Fiona Shaw de 'Miss Sinclair'), cada persona tiene, a lo largo de su vida, una media de siete relaciones, de las cuales dos son duraderas y el resto algo más breves; que no siempre menos importantes, como recordaremos en la serie.
Una temporada de siete episodios ya no sería ninguna rareza, pero esta primera entrega de 'Love Life' se alarga hasta los diez. Todo por ser fiel al devenir sentimental y sexual de Darby Carter (Anna Kendrick), insatisfecha milenial que ansía salir en serio con alguien. Al principio, ni el personaje ni su búsqueda parecen realmente interesantes, e incluso se puede llegar a entender la postura algo apática de su primera pareja retratada, Augie Jeong (Jin Ha, el Jamie de 'Devs'). Pero cada uno de los tres primeros episodios de 'Love life' es superior al anterior, e introduce capas de complejidad y nuevos matices en lo que parecía una colección de clichés sin mucho sentido en pleno 2020. Aprendemos, además, cómo Darby no se define solo por sus amores, sino también por su vida amistosa y su búsqueda laboral.
Ni siquiera a la altura del tercer episodio ha superado 'Love life' ciertos problemas, como su poca eficacia en el plano cómico y cierta falta de tensión narrativa, pero empiezan a avistarse inesperadas zonas de sombra y de interés psicológico-sociológico. Además, el magnetismo de sus actores suple casi cualquier carencia. Hay peores formas de invertir el tiempo que viendo a Anna Kendrick y Scoot McNairy conjugar y después enfrentar sus respectivos carismas, u observando cómo la ascendente Zoe Chao devora cada línea, incluso las más grises, e invita a soñar con una segunda temporada dedicada a su personaje, una 'mejor amiga' por encima de la media.
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