CRÍTICA DE SERIE
'ZeroZeroZero': la ruta de la cocaína
La serie adapta la obra homónima de Roberto Saviano centrada en el tráfico internacional del alcaloide
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Quim Casas
'ZeroZeroZero' adapta al formato de mini-serie televisiva la obra homónima de Roberto Saviano publicada en el 2013, una novela de investigación centrada en el tráfico internacional de la cocaína. Uno de los creadores de la serie es Stefano Sollima, responsable de otra versión catódica de un libro de Saviano, 'Gomorra', centrada en los entresijos virulentos de una familia mafiosa napolitana.
Este nuevo trabajo tiene más ínfulas internacionales, algo lógico dado el itinerario globalizador del texto de partida. Está hablada en inglés, español e italiano; cuenta en su reparto con Andrea Riseborough, Dane DeHaan y Gabriel Byrne; la banda sonora lleva la firma eléctrica del grupo Mogwai –responsables de la música de la serie francesa 'Les revenants'– y la acción se bifurca de episodio en episodio por el Monterrey mexicano, Calabria y Casablanca. Ese es uno de los problemas de la serie en su inicio: de ciudad en ciudad, de familia en familia, de conflicto en conflicto, aparecen demasiadas sub-tramas y micro-tramas antes de entrar decididamente en materia.
Alianzas y masacres
Dirigida entre otros por el argentino Pablo Trapero, otro experto en opacas familias mafiosas como demostró en 'El clan', 'ZeroZeroZero' conecta en su primer episodio con una película anterior de Sollima, 'Sicario: el día del soldado', ya que muestra de forma tan cruda como delirante el entrenamiento de los nuevos miembros de una hermandad de sicarios mexicanos, los Vampiros, que acabarán enfrentados con una organización de narcotráfico. En juego está el control de los cárteles de la droga de Monterrey, pero una partida de cocaína les acaba uniendo, entre alianzas y masacres, con otros traficantes de drogas.
Hay algunas argucias de guion, como volver atrás en el tiempo para mostrar lo que les ha pasado a unos personajes mientras hemos estado contemplado las vicisitudes de otro, y analogías evidentes: tras un tiroteo mortal llega la escena de un alumbramiento feliz. La violencia va siendo más brutal, sicótica, a medida que avanza el relato: un hombre encerrado en una piara de cerdos, palizas mortales, la masacre que realizan los Vampiros en la mansión del narcotraficante durante una fiesta infantil o la conversación entre el líder de los sicarios, Quinteras (tenso Harold Torres), y el extraño personaje encarnado por Andrea Riseborough, que se sienta en un lujoso sofá justo en medio de los cadáveres ensangrentados de dos capos.
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