CRÍTICA DE SERIE

Crítica de 'Foodie love': vuelve la Isabel Coixet más chispeante y juguetona

La obra de la directora catalana siempre ha sido extremadamente sensitiva y detallista. Y aquí por fin puede dar rienda suelta a estas características a través de la comida, que se convierte en catalizador de las emociones de los personajes

Un fotograma de 'Foodie love', la serie de Isabel Coixet

Un fotograma de 'Foodie love', la serie de Isabel Coixet

Beatriz Martínez

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En el terreno de la ficción televisiva más autoral, hay directores que aprovechan el formato para adaptarse a sus convenciones y seguir a rajatabla las reglas del juego, mientras que otros lo utilizan como un terreno de pruebas para experimentar y explorar a fondo su universo desde una perspectiva diferente.

Es lo que parece haber intentado Isabel Coixet en ‘Foodie love’, una serie en la que recoge buena parte de sus obsesiones como cineasta (podemos reconocer su personalidad de manera inmediata), pero servidas con un toque de frescura que de alguna manera ayudana reconciliarnos con su lado más chispeante, juguetón y su capacidad de hablar sobre algunas cuestiones importantes (el compromiso, la soledad) sin caer en la condescendencia o la impostura.

Lo hace a través de la subjetividad de dos personajes que, a través de sus pensamientos y su constante choque dialéctico, nos ofrecen una reformulación contemporánea de la guerra de sexos y de las relaciones de poder entre hombre y mujer.

En cada capítulo iremos conociendo algo más de cada uno ellos, que irán mostrando u ocultando parte de sus inseguridades y sus sueños, estableciéndose así una estimulante confrontación que irá pasando por diferentes estadios emocionales que nos llevan desde la desconfianza al impulso romántico y, de ahí, al desconcierto vital.

La obra de Isabel Coixet siempre ha sido extremadamente sensitiva y detallista. En ‘Foodie love’ por fin puede dar rienda suelta a estas características a través de la comida, que se convierte en catalizador de las emociones de los personajes. La directora plasma la elaboración minuciosa y apasionada de cada uno de los platos y su esencia efímera. Puede que en realidad sea una metáfora sobre la propia aspiración de serie: que aunque se consuma con rapidez, siempre haya algún elemento, una frase, un sabor, un momento para recordar siempre.