PSICOLOGÍA

Cómo educar a nuestros hijos en emociones

La inteligencia emocional es la base de cualquier etapa de una persona

Niñas en el colegio

Niñas en el colegio / Pixabay

Ángel Rull

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Los padres tienen el poder de enseñar a sus hijos a saber identificar, etiquetar y gestionar sus emociones. A través de ello, pueden relacionarse de una forma óptima, basándose en la empatía, la asertividad y la satisfacción de sus necesidades. Una tarea que no siempre es fácil, ya que los más pequeños lo viven como algo desbordante que les inunda y que acaba haciendo que tengas picos explosivos, no solo con la ira, sino también con la tristeza o, incluso, la alegría.

El estado emocional de los padres también influirá de forma directa sobre ellos. Si el padre o la madre no gestiona correctamente lo que le pasa, su hijo difícilmente lo hará. Por tanto, en un primer momento, debemos analizar cómo nos solemos sentir, buscar la forma de identificarlo y adquirir nuevas herramientas que nos ayuden a gestionar lo que sentimos. Una vez que eso ocurra, sin la necesidad de hacerlo todo perfecto, podremos educar a los niños en emociones.

Inteligencia emocional

En los últimos años existe una mayor preocupación en cómo los hijos se relacionan a nivel emocional con los demás y con ellos mismos. Esto ha hecho surgir nuevas dinámicas en el colegio y libros relacionados con los sentimientos y su percepción. Ahora los padres son más conscientes de la importancia de la inteligencia emocional y que no todo es cociente intelectual.

Ayudar a los hijos a entender y aceptar sus emociones no siempre es fácil, ya que su forma de entender el mundo puede diferir de la de un adulto. Sin embargo, existen pautas que podemos seguir para que nuestros hijos tengan un mayor conocimiento sobre lo que sienten:

1. Qué siente

El primer paso es, ante las diversas situaciones que nos vayamos encontrando, especialmente las que puedan provocar emociones intensas, preguntar al niño qué siente. No debemos esperar una respuesta clara y concisa, sino todo lo contrario. Una vaga descripción al principio que nosotros debemos interpretar.

Es importante preguntar qué sensaciones corporales tiene y también mentales, ya que cada emoción despierta unos puntos concretos de nuestro cuerpo y nos da pistas sobre lo que está sintiendo.

2. Ponerle un nombre

Una vez que hemos identificado nosotros mismos lo que siente, le pondremos un nombre, procurando que la etiqueta sea lo más simple posible. Dar este nombre aclara la situación y ayuda que, en futuras ocasiones, directamente pueda expresarse a través del nombre de esa emoción, como puede ser enfado, tristeza, rabia o alegría.

3. Emociones legítimas

Cada persona siente sus emociones de forma independiente, lo que hay que respetar y aceptar. Ante una misma situación, no todas las personas sienten lo mismo. Esta flexibilidad mental y emocional a los niños no siempre les es fácil entenderlo.

4. Anclaje

Cuando identifiquemos una situación significativa unida a una emoción, es importante usarlo en el futuro a modo de ejemplo. Situaciones familiares o en el colegio son referentes que aportan claridad, ya que los niños necesitan ver las cosas de forma práctica en situaciones que les han afectado a ellos directamente.

5. Sé ejemplo

No ocultes tus emociones ni pretendas proyectar una imagen de perfección ante tu hijo o tu hija. Expresa lo que sientes, cuenta qué situación lo ha podido provocar y qué emoción es. Normalizar la situación ayudará, pero no lo hará el quitarle importancia. Simplemente podemos apoyarnos en que estaremos mejor y que buscaremos la forma de gestionar mejor la emoción.

6. Emoción social

Nuestras emociones nos ayudan a relacionarnos y entender a los demás, a tener a los otros en cuenta y buscar un crecimiento y un bienestar mutuo. Una vez que los más pequeños empiezan a entender su repertorio emocional, deben ser muy conscientes de que los demás también sienten sus propias emociones.

Las emociones nos acompañan en nuestro día a día, en la rutina y en los momentos importantes. Están ahí desde el momento en el que nacemos y nos ayudan a relacionarnos con nuestros conocidos, con nuestros compañeros de trabajo o con nosotros mismos en soledad. Son la base de nuestra vida y, por tanto, también la base de la vida de los hijos. Enseñar a entender los sentimientos y poner un nombre debe estar incluido en toda educación.

Ángel Rull, psicólogo.