Entrevista | Rafael Narbona Escritor y profesor de filosofía

"Se ha medicalizado el sufrimiento"

Rafael Narbona

Rafael Narbona / Fidel Masreal

Fidel Masreal

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Cuando se aúnan la filosofía, la erudición, la bondad, el amor y el optimismo vital consciente solo pueden surgir maravillas como "Maestros de la felicidad", de Rafael Narbona (Madrid, 1963) escritor, crítico literario y profesor de filosofía. Sufrió el suicidio de un hermano, y la muerte de su madre y de su hermana en cuestión de días, y pasó por una profunda depresión. Pero defiende a ultranza la necesidad de ser felices y reclama una revisión a fondo de la psiquiatría y la medicación de la salud mental, porque la ha sufrido.

-Defiende en su libro que la historia de la filosofía está repleta de invitaciones al optimismo. Pero hoy no está de moda hacer el bien...

-Existe un pesimismo generalizado, la idea de que la civilización es una película fina, un barniz que cuando se rompe sale a la luz lo que es el ser humano. Una idea de que el hombre es perverso por naturaleza, que está en la Biblia, en Hobbes, en Maquiavelo. Pero Rudger Bregman, en "Dignos de ser humanos", nos explica lo contrario: tras las catástrofes se han producido gestos de gran solidaridad. El bien existe, pero hay una percepción demasiado negativa del ser humano, un cinismo de que nada es verdadero, de que todo es relativo.

-Usted enarbola la felicidad pese a haber vivido circunstancias muy duras en su vida...

-Sufrí una serie sucesiva de pérdidas. Mi padre murió cuando yo tenía ocho años. Era un escritor en el olvido, con una calle dedicada en Córdoba y Orihuela. Mi hermano mayor se suicidó. Perdí a mi madre y a mi hermana con 20 días de diferencia. Esta acumulación de pérdidas me llevó a un estado de depresión. No me ayudó acudir a un psiquiatra. Los antidepresivos me provocaron una agitación que se confundió con bipolaridad. Suprimí la medicación. No salí completamente de la tristeza, pero entendí que el dolor no es un trastorno, no es una enfermedad. El sufrimiento no se debe medicalizar, es una reacción normal cuando se experimenta una pérdida. La alternativa no es buscar la bioquímica como una varita mágica que todo lo puede resolver.

Suprimí la medicación. No salí completamente de la tristeza, pero entendí que el dolor no es una enfermedad

Pasé diez años con mucho pesimismo. Y un día estaba en mi casa abatido y cayó en mis manos el diario de una judía holandesa que murió en Auschwitz. Que afirma: aunque sé que voy a morir, sigo proclamando que la vida es bella, creo en el hombre y creo en Dios. Si el ser humano en circunstancias tan adversas es capaz de conservar el amor a la vida, todo el mundo tiene una posibilidad de salir de un estado de desesperanza y angustia. El diario de Etty Hillesum fue una revelación. Marcó un cambio.

-Tenemos la obligación de ser felices, afirma usted en "Maestros de la felicidad". Habrá quien crea que es una exigencia imposible de alcanzar en algunas ocasiones...

-Tenemos la obligación de aprovechar nuestras vidas, de darles contenido. Sí, en ciertas circunstancias, es inviable. Pero no hablo simplemente de un estado de euforia y plenitud, sino de la paz interior que existe cuando uno ha hecho lo que debe. Kant decía que la felicidad no es un derecho, sino algo que nos debemos ganar. Probablemente, Nelson Mandela, encerrado en Robben Island en una celda pequeña y bajo una condena injusta era más feliz que Hitler, porque tenía una conciencia satisfecha. La alternativa es la desesperación. Es lo que sucedió en los Andes, en el accidente aéreo: un porcentaje de chicos dijo 'no voy a hacer nada para sobrevivir'. Otro grupo decidió que había que luchar por sobrevivir. La obligación de ser feliz es una invitación a obrar no solo éticamente, sino a luchar contra la adversidad.

La obligación de ser feliz es una invitación a obrar no solo éticamente sino a luchar contra la adversidad

-¿Y dónde colocamos la tristeza?

-El dolor es inevitable ante una pérdida. Pero la tristeza te lleva a la impotencia. La alegría es la elección del hombre sabio. Es apostar por la vida. La tristeza, si no es coherente, si se convierte en una pose como hacen algunos autores, te lleva a la impotencia, a la pasividad. La tristeza patológica es incompatible con el arte. Otra cosa es la melancolía, una cierta nostalgia, compatible incluso con la felicidad. Entre los que exaltan la infelicidad hay impostores como Cioran, que escribía sobre el suicidio y murió de Alzheimer y en su vida personal no estaba hundido.

-¿Por qué decidió buscar la felicidad a lo largo de la historia de la filosofía?

-Pasé diez años hundido en una visión muy negativa de la vida. Pensé que era un camino hacia ninguna parte. Y vi en la filosofía una apuesta por la vida. Todos los filósofos hablan de esperanza. Un hombre libre elabora un proyecto, como dice Ortega, intenta materializar sus aspiraciones. Platón plantea utopías como la República y el mundo de las ideas. Y, sí, he visto felicidad en la filosofía pese a los brotes de pesimismo en Maquiavelo, Hobbes, Schopenhauer... He visto una perspectiva esperanzadora incluso en un sentido teológico. Marcuse, cuando se encuentra la muerte se plantea que tiene que haber algo más allá, alguna forma de justicia o reparación. Es el principio de esperanza, también en Benjamin.

-Hablamos de la vida... y de la muerte, que usted ha visto de cerca

-Uno de los síntomas de mi depresión era un insomnio pertinaz. Me excedí con los hipnóticos que me mandaron. Me tomé seis y estuve a punto de morir. Tuvo que venir una UVI a mi casa. Y sufrí una parada cardiorrespiratoria. Entonces tuve una visión cenital de mí mismo. Me vi desde el techo de la ambulancia con perfecta claridad. Yo en pijama, ellos con los mecanismos de reanimación, inyectándome cosas. Algunos medios sostienen que la conciencia no es un producto de la mente, que la mente es un receptor como los televisores. Y a veces tengo la sensación de que la conciencia es algo más complejo que un producto de la evolución. Que las experiencias místicas, que se consideran fraudes o alucinaciones, son experiencias de conexión con la totalidad, más allá de los límites espaciales y temporales.

Sufrí una parada cardiorespiratoria y tuve una visión cenital de mi mismo, me vi desde el techo de la ambulancia

-¿La muerte es el final?

-Me resisto a pensar que sea un final definitivo. Si solo es nuestro destino y el del cosmos, esfácill caer en el existencialismo, como Sísifo y su rutina para nada. Tengo tanatofobia, pienso, como Pascal, que la muerte es el horror de la naturaleza. En el siglo XXI, la espiritualidad está apareciendo bajo otras formas. La muerte no puede ser la última palabra, no ya por nosotros sino por las víctimas inocentes del holocausto, de la Shoá, del Gulag, de los niños de Gaza. Tiene que haber un mañana épico. Reparación y justicia.

-Esto tiene que ver con aquello que usted cita en el libro: "aquél que tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo".

-Es una frase de Nietzsche, y es algo que jamás va a aportar la ciencia, la física, la matemática, la biología. Es un sentido, un porqué. Cuando se dice que la filosofía no sirve... al contrario, sirve para mucho. Ha descubierto que el hombre es un fin en sí mismo. El hambre de sentido es el impulso más profundo del ser humano. No es la ambición de placer, como dice Freud, sino la voluntad de encontrar un sentido a las cosas, como dice Frankl.Y esto no lo encontramos en una probeta, ni en un laboratorio. Ni la industria farmacéutica lo va a encontrar ni lo va a vender.

El hambre de sentido es el impulso más profundo del ser humano, y esto no lo va a encontrar la industria farmacéutica

-Usted proclama el amor como respuesta

-El amor da sentido y trsacendencia a la vida. Aconsejo invertir en afectos. El afecto a tu familia, a tus amigos, a tus animales, te da calidad de vida. No me sentiría más feliz por tener un Porsche en la puerta o 100 millones de euros. No, no se puede ser feliz en la indigencia, pero una vez tienes las necesidades básicas, lo que te da calidad de vida es el amor. Mi próximo libro va a ir sobre esto, se va a llamar El arte de cuidar y parte de la experiencia del diagnóstico de cancer a mi mujer. No tenemos hijos y el único apoyo es de los amigos. Uno de mis antiguos alumnos aparece en el libro, atiende ahora a mi mujer. Ha estado con nosotros cuando operaron a mi mujer. Nos llama continuamente.

-¿Cuál es su vivencia tras haber pasado por los servicios de salud mental?

-Mi experiencia es que, a nivel global, se ha medicalizado el sufrimiento. Se ha olvidado que sufrir es una experiencia normal, habitual, que es imposible perder un hijo y no sufrir. Y no hay pastilla que te pueda curar. España es uno de los países con más antidepresivos, hipnóticos y ansiolíticos y lo peor es que no curan. He estado en terapia de grupo con personas tomandoantidepresivoss y seguían con los mismos problemas. Se oculta que crean adicción.

Hay que hacer una revisión a fondo de la psiquiatría

Yo tenía mucho sufrimiento, pensaba que era una depresión, el psiquiatra me hizo un diagnóstico en media hora. Hay mucha pseudociencia, sin mecanismos objetivos. Son estimaciones. Como la locura del DSM V [clasificación de diagnósticos de trastornos mentales, en sus siglas en inglés], con más de 400 trastornos mentales.

-¿Qué piensa de los factores biológicos?

-El tema de la serotonina ha sido cuestionado por Joana Moncrieff, en Finlandia y Noruega se abren paso intervenciones en el entorno y con psicoterapia. Pero estos recursos son mucho más caros y desde que los médicos en la atencion primaria pueden recetar ansiolíticos, su consumo es generalizado. Y se crean problemas de salud. Una benzodiazepina puede ser útil pero no debe ser prescrito durante años. A ciertas personas les provoca cuadros de manía, como me sucedió, que se confunden con una bipolaridad y que a veces cursan con comprtamientos violentos. Los asesinos de Columbine actuaron tras tomar sertralina. Y ha habido otros casos. La psiquiatría actúa de forma muy poco ética. Hay que hacer una revisión a fondo de la psiquiatría.