Fomentar la cultura científica para promover la inversión en I+D

MANUEL SOUTO

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En estos últimos tiempos hemos presenciado cómo España ha sufrido las duras consecuencias de una pésima estrategia económica basada en la especulación inmobiliaria, con un modelo productivo cimentado principalmente en la construcción y en la creencia de un crecimiento imparable. Si miramos atrás, podremos comprobar cómo este sistema ha quedado obsoleto y se ha derrumbado como un castillo de arena, dejando en evidencia una serie de problemas estructurales agravados por el estallido de la burbuja inmobiliaria y la crisis financiera. 

Sin embargo, parece que nuestros políticos no han aprendido bien la lección y siguen obstinados en continuar apostando por el ladrillo como pilar de la economía. En nuestras retinas sigue patente el disparatado proyecto de Eurovegas, que por suerte no salió adelante. Este es un claro ejemplo de la falta de capacidad e iniciativa de nuestros dirigentes para crear una política económica basada en nuevos sectores, como los tecnológicos y de I+D, que generen beneficios a largo plazo y aporten progreso tanto económico como social. En plena revolución digital, la investigación, el desarrollo y la innovación (I+D+i) resultan esenciales para que un país pueda ser competitivo. Está demostrado que los países más desarrollados y que mejor han soportado la crisis económica son los que más invierten en este ámbito, ya que existe un aumento en la productividad, se generan empleos de calidad y se producen ingresos a modo de exportaciones.

En España, el problema reside en la clase política, que se muestra impaciente en la consecución de resultados, cuando todos estos beneficios se cosechan a largo plazo. Así que nuestros dirigentes optan por invertir en otros sectores de los que esperan obtener ganancias rápidamente pero que, a la larga, terminan por ser ineficaces. De este modo, mientras que países desarrollados como Estados Unidos, Francia o Alemania fortalecen sus estrategias de ciencia y tecnología e impulsan sus principales centros e infraestructuras de investigación para afrontar el reto de la crisis, en España se sigue reduciendo cada vez más la inversión pública en I+D, que de 2009 a 2013 disminuyó el 37%. Este retroceso cualitativo en nuestro modelo de producción se traduce en la mejor manera de lanzarnos al abismo en términos económicos.

Ante este deplorable escenario, debemos ser nosotros, los ciudadanos, quienes digamos basta, tomemos las riendas de la situación y presionemos al Gobierno para que se invierta en ciencia y no se siga recortando el presupuesto en investigación. Lamentablemente, vivimos en un país de escasa tradición y cultura científicas donde el ciudadano medio no es consciente de la importancia ni de la utilidad de los avances en este campo. La célebre frase «¡Que inventen ellos!» del escritor Miguel de Unamuno refleja claramente cómo está considerada la investigación en España. De hecho, un estudio realizado en once países revela que los adultos españoles se encuentran entre los europeos con menor cultura científica. Por tanto, el primer paso para promover la inversión en I+D es concienciar a la sociedad de su importancia y de su necesidad.

Debemos darnos cuenta de que si un país no invierte en ciencia, investiga e innova jamás será competitivo, al no poder exportar ni aportar nuevos productos al mercado. Por ello, es necesario informar a la sociedad de los beneficios que reporta la ciencia, por ejemplo, mediante portales de divulgación científica como Materia o SINC, nacidos con el fin de comunicar y divulgar los últimos progresos en ciencia y tecnología. No en vano, gracias al conocimiento que nos brinda la ciencia básica y a su aplicación en la industria no solo disfrutamos de nuestro nuevo smartphone y nos comunicamos por videoconferencia a miles de kilómetros de distancia, sino que también avanzamos en la lucha contra multitud de enfermedades y mejoramos la calidad de vida de las personas.

En este sentido, los medios de comunicación harían bien en posicionarse a favor de informar y educar en lugar de limitarse a entretener, más allá de los índices de audiencia, y en tratar de reorientar el foco mediático hacia lo que realmente pueda ser productivo y beneficioso para la sociedad. Quizás así se consiga que la sociedad valore a los investigadores y profesores del mismo modo que se venera a los futbolistas y estrellas de cine.  Decía Antonio Machado que las sociedades cambian cuando cambian sus dioses, sus valores. Quién sabe si algún día llegaremos a ver en televisión alguna serie sobre investigadores o un reality show sobre ciencia y tecnología.

Por nuestra parte, podemos mantenernos informados de los adelantos que nos ofrecen continuamente las nuevas tecnologías, conocer los últimos descubrimientos científicos mediante fuentes de divulgación e interesarnos por los recientes progresos en ciencia y tecnología. Y lo más importante: debemos difundir ese conocimiento. Solo así será posible contribuir a la concienciación de la necesidad de invertir en este campo.