Paréntesis 'slow'

Nuevo oasis contra las prisas en Gràcia

Es lo que se lleva ahora en Barcelona: los estudios boutique. Centros pequeños, trato cercano, ambiente familiar. Aquí se dan clases de yoga para 8 personas como máximo

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Susana Moll, en Sarasvati, nuevo estudio boutique de yoga y masajes en Gràcia.

Susana Moll, en Sarasvati, nuevo estudio boutique de yoga y masajes en Gràcia. / Ana Puit

Ana Sánchez

Ana Sánchez

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“De aquí sales flotando”, te advierte una alumna en mallas según cruzas la puerta. La misma convicción que si estuviera en un anuncio de esos que te dan alas. La anfitriona te recibe con té humeante y familiaridad de estar por casa. Aún huele a nuevo. Se ven puertas japonesas de aire zen, mucho libro de yoga, aceites de masaje, terracita al fondo. Por un momento hasta se te olvida el villancico de Leticia Sabater.  

Acaba de abrir en Gràcia. Nueva puerta de cristal que invita al cotilleo (Sant Gabriel, 10). Sarasvati, se llama. Es un centro de yoga y masajes tamaño doméstico: no llega a 50 metros cuadrados. Clases de 8 personas como máximo. Es lo que se lleva ahora: los estudios boutique. Centros pequeños, trato cercano, ambiente familiar. Paréntesis ‘slow’. Un oasis contra las prisas. 

Aquí ni siquiera hay espejos en los que posturear. Esa es la idea: recuperar el yoga pre-redes sociales. “El yoga más clásico”, apunta Susana. “Ahora parece que todo es para aparentar –lamenta-. El yoga se ha convertido en un culto al cuerpo que no es”. ¿Que qué es para ella? “Una forma –responde- de poner el contador a cero”.

Yogini y cantautora

Alguna vecina le ha llegado a preguntar qué hace para estar tan sonriente de buena mañana. “Intento ver lo positivo –dice- . No siempre es fácil, pero es la mejor opción”. Susana Moll. Nombre artístico: Susu. Significa ‘artesana’ en japonés. Así se define ella con una guitarra: “Artesana musical”. Empezó a escribir canciones con 8 años. Ha publicado seis álbumes -pop rock de autor- y tres libros-disco infantiles en Alba. Hace años –escribió en su blog- que ya no busca convencer a nadie. “Ya no busco convencer a nadie que no sea yo misma”.  

Vive en Grácia con dos hijos, un perro, tres gatos y dos peces. “Somos una familia multiespecie”, se ríe. “Librepensadora, artista y profesora de yoga”, se resume ahora en Instagram. Es mucho resumir. Se tardaría menos en enumerar lo que no ha hecho. “Tengo 51 años –se quita hierro-. Me ha dado tiempo a hacer muchas cosas”. Ha estudiado música, escritura, danza, teatro, filosofía. Se hizo profe de yoga con 27. Aprendió masaje ayurvédico en la India. Este año ha colgado en la pared el título de quiromasajista

Preparando una mezcla para masajes.

Preparando aceites para masajes. / Ana Puit

El confinamiento marcó el giro de timón. “Para mí fue replantearme: '¿Qué quieres hacer tú de verdad en el mundo?’. Se veían las costuras de todo de repente. La fragilidad del sistema”. Quería ayudar. “Y de repente dije: ‘Susi tú eres profesora de yoga, ¿qué más quieres?’ –se encoge de hombros-. A veces piensas que lo que tú haces no es suficiente. Pero si profundizas de verdad en lo que estás haciendo, es más que suficiente”. Así que retomó el yoga y empezó a dar clases en la terraza de casa. “Y me di cuenta que desde ahí podía ayudar un montón”.   

Las alumnas de hoy curiosean el centro como si estrenaran casa. El nuevo estudio mantiene la esencia de las sesiones domésticas. Roce familiar y enseñanza ‘slow’. “Es mi forma de ser –asiente Susu-. Me gusta tener tiempo. Si estás en el yoga, el estrés es el enemigo”.  

Frente a la puerta de cristal del nuevo estudio boutique, en la calle de Sant Gabriel.

Frente a la puerta de cristal del nuevo estudio boutique, en la calle de Sant Gabriel. / Ana Puit

No, aquí no hay espejos a pie de esterilla. “Precisamente para evitar ese culto al cuerpo, ese apego a lo físico –justifica la yogini cantautora-. Yo siempre digo que tenemos que hacer la clase con ausencia de juicio. No significa que no vamos a pensar, significa que no nos vamos a juzgar. Hay que tener una mente de científico, de observador, de aceptar lo que estás viendo, de no ponerle dramatismos, simplemente dejar que pase”. Lo tiene tatuado en sánscrito en las costillas: “El yoga controla las fluctuaciones mentales”