ESPACIO TÉTRICO
Spreepark, el parque de atracciones posapocalíptico
Abandonado desde el 2002, reabrirá a finales de año tras medio siglo de éxitos y fracasos. Muchos lo visitan pese a que su acceso está prohibido
Carles Planas Bou
Periodista
Periodista tecnológico entre el mundo digital y la política internacional. Centrado en capitalismo de plataformas, IA, vigilancia y derechos digitales. Excorresponsal en Berlín durante más de cuatro años, cubrió los gobiernos de Merkel, la crisis de los refugiados y el auge de la extrema derecha. También ha trabajado en Europa Central y en Canadá. Graduado en Periodismo por la URL y máster en Relaciones Internacionales por la UAB. Ha colaborado con TV3, TVE, Deutsche Welle, Catalunya Ràdio, El Orden Mundial o El Salto.
Carles Planas Bou
Año 2048. Una década después de que un ataque cibernético generase el colapso de la central nuclear alemana de Grohnde, sus fugas radioactivas han arrasado con casi toda la especie humana. Los pocos que quedan malviven organizados en clanes nómadas que deambulan por un continente fantasmagórico. Todo eso es ficción. La que a uno puede pasarle por la cabeza al poner un pie en Spreepark, el parque de atracciones abandonado de Berlín. Ubicado a la orilla occidental del río Spree, solo hay que adentrarse en los verdosos bosques del barrio de Treptow para iniciar un viaje a un futuro posapocalíptico.
Inutilizado desde el 2002, está ahora vallado. Eso no ha evitado que sea un punto de peregrinaje para los fans del turismo de lugares abandonados. El hecho de que su entrada está prohibida y se debe saltar una valla puede hacer más interesante la visita a este rincón tétrico. Aún quedan restos de lo que fue el mayor parque de atracciones de la capital alemana: carpas, los raíles de una montaña rusa que penetra en la boca de un gato gigante y una noria de rojo desteñido. El silencio atronador solo se rompe con el sonido del viento y el crujir de los árboles.
1,5 millones de visitantes al año en los 90
El parque abrió en 1969 con el nombre de Kulturpark Plänterwald, siendo el único permanente de la RDA. En 1991, tras la reunificación, el empresario Norbert Witte lo convirtió en un área verde y lo rebautizó como Spreepark. El parque creció y trajo nuevas atracciones. Llegó a tener 400 empleados y a recibir 1,5 millones de visitantes al año. Pero el endeudamiento lo llevó a la quiebra en el 2002 y Witte huyó a Perú, debiendo 15 millones de euros, con seis atracciones para crear un parque en Lima.
Cuando este fracasó, intentó recuperar dinero trasladando 167 kilos de cocaína a Europa. Fugado, su hijo de 23 años, Marcel, asumió una sentencia por contrabando que lo encerró en una prisión en la que aún está. El parque quedó en manos públicas, pero inutilizado, hasta que en el 2016 lo adquirió la compañía Grün Berlin, controlada por el gobierno de la ciudad, que organiza 'tours' puntuales. Por su 50º aniversario, reabrirá a final de este año como un espacio público donde convergerán la naturaleza y proyectos artísticos varios.
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