ESTOY EN PARÍS
Burbujas en la fuente
En la capital francesa se forman colas delante de las fuentes con cantimploras y botellas. De una decena de chorros sale agua con gas
Ahora son diez pero pronto serán casi el doble. Están repartidas por diferentes barrios y en algunas la gente hace cola, como antiguamente, para llenar cantimploras y botellas. La que está junto a la Biblioteca François Mitterrand, una de las pioneras, tiene un éxito total. Otras son más recientes, como la instalada en Les Halles y a la que muchos se acercan todavía con cierta curiosidad cuando se enteran de que el agua sale con burbujas. Su diseño moderno, con cierto aire galáctico es menos romántico que las cariátides de las famosas Wallace de hierro forjado en color verde, pero son fuentes con chispa.
Entre las 1.200 fuentes diseminadas por las calles, jardines y hasta cementerios de París, hay diez que ofrecen agua del tiempo, fría e incluso con gas. La idea de las fuentes de agua carbonatada en realidad viene de Italia. París se la ha 'robado' a Milán y la ha desarrollado. Las dos ciudades integran la red europea de urbes que han recuperado la gestión municipal del agua de manos de grandes empresas privadas y mantienen una estrecha colaboración en ese terreno.
Lugares lúdicos
«La idea es que haya este tipo de fuentes en lugares un poco lúdicos, que ayuden a la gente a volver a confiar en el agua del grifo. El hecho de que tenga burbujas le da un toque divertido», cuenta Célia Blauel, concejala de medio ambiente y presidenta de la empresa pública Agua de París, que distribuye 480.000 metros cúbicos diarios de agua potable.
La iniciativa tiene otras virtudes. Ecológicas, por ejemplo. Si todos los parisinos bebieran agua del grifo, se ahorrarían unos cuantos cientos de euros, porque el agua embotellada es 300 veces más cara, y el planeta, además, se libraría de siete kilos de residuos por familia y año. Con la aplicación 'Mapstr', ninguna fuente parisina escapa al radar de cualquier dispositivo móvil.
Blauel cree que hay que animar a la gente a frecuentar las fuentes públicas antes de lanzarse a comprar una botella de plástico, porque el agua de París es muy buena. Eso sí, no estaría de más llevar encima un recipiente –un vaso, una cantimplora o una botella de cristal– para evitar que el agua se despilfarre. Por eso, el Ayuntamiento baraja la idea de crear un tipo de cantimplora con material reciclable para facilitar las cosas a los parisinos.
Agua de calidad
Hace tres siglos, el cronista Louis Sébastien Mercier elogiaba la calidad del agua del Sena, calcárea y rica en sales y yeso, a pesar de soltar un poco las tripas de los extranjeros poco acostumbrados a beberla. Y el dramaturgo decimonónico Pierre Carlet de Chamblain aconsejaba «seguir la regla y beber agua cuando las fuentes están de moda».
En el 2018 dan que hablar las del agua burbujeante, que surge tras un proceso de gasificación operado en el interior de un gran cilindro. «Suscitan mucha curiosidad –resume la responsable municipal–. La gente quiere probar. ¡Estaría bien verlas en Barcelona!».
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