Conde del asalto

Cuando los dinosaurios dominaron la ciudad

La muestra itinerante 'Dinosaurs Tour' acaba de abrir en el Parc del Fòrum

Dinosaurs Tour

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Miqui Otero

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Cuando escuché los golpes y vi mi café con leche alterándose, saltando e intentándose escapar de la taza de Peppa Pig, supe que era el día. 

Entonces apareció la pequeña Velociraptor, que a pesar de que acaba de aprender a andar, llegó a toda velocidad con su caminar de piernecillas de palo. Se plantó ante mí y devoró media Príncipe de un bocado con su increíble dentadura (solo los dos paletos frontales de leche). A continuación llegó el Brontosauro, el más alto, de unos cuatro años de edad, alargando el cuello para alcanzar los Schoko-Bons. 

Sonó la melodía de 'Jurassic Park' en mi cabeza. Estaban preparados, los pequeños dinosaurios de la casa visitarían hoy el 'Dinosaurs Tour' que acaba de recalar en Barcelona

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Esta muestra itinerante de dinosaurios animatrónicos a tamaño real acaba de abrir en el Parc del Fòrum, tras pasar por diez países europeos (de Reino Unido a Rumanía). Si ingresara en un parque jurásico, mi esqueleto acabaría abrazado a un sauce al cabo de pocas horas. Como siempre, nos perdimos, así que con otras familias (solo faltaba Laura Dern) se formó una expedición por esa sabana de hormigón. Antes venía aquí al Primavera Sound a ver a Dinosaur Jr, ahora busco dinosaurios.

La musica de 'Jurassic Park'

Por el camino, recordaba cuando los dinosaurios dominaban la tierra y Barcelona, hace unos 70 millones de años, no existía, esperaba bajo el mar. Hablábamos de restos fósiles, eras geológicas y meteoritos letales cuando mi audiencia ya había perdido la atención y me preguntaba si algún día sería posible que invitáramos a merendar a la Patrulla Canina. Los límites entre realidad y ficción son borrosos a estas edades. 

En la carpa nos recibe la música de 'Jurassic Park', que aún no contemplo ponerles. Si preguntáis a mi retoño la peor experiencia de su vida, dirá que fue ver 'En busca del valle encantado': a menudo se habla de cómo nos alimentaban con azúcar de caña a los niños de los 80 y 90, pero poco se comenta el sadismo de pelis como esta odisea dinosáurica.

Réplicas de goma

En la expo nos reciben las réplicas de goma de los Triceraptor, con sus 800 dientes, de los Parasaurolophus, con su cráneo tamaño estatura de jugador de básquet, de los Maiasaura, que comían 100 kilos de verdura (más bien de hojas y bayas) al día (un ejemplo a seguir, sin duda). O esos pájaros, los Pterosaurios, aparentemente pequeños (los había de seis metros de envergadura).

Rugen y mueven colas, fauces y cuellos. Es fácil mantener la calma si los asocias a un pasado mítico, pero la gracia viene cuando los colocas al lado de la Sagrada Família o entrando en un Starbucks. Eso hicimos: el Brontosaurio, con sus 25 metros, alto como un edificio, comiéndole el dedo a la estatua de Colón. O el Tyranosauro Rex, con sus 12 metros persiguiendo al CEO de una empresa y alcanzando la velocidad de un Vespino. 

Luego vemos una película que no se ahorra detalles escabrosos. Los nenes de dos años, que quizá lo más violento que han visto es a Pocoyo arrebatándole el sombrero a Pato, descubren manadas asesinas que van comiéndose al Brontosaurio. Picando entre horas. Un mordisquito ahora, pero no quiero empacho, así que sigo mañana. Hasta que se desangra. El mío no quiere irse de ninguna manera. Porque está esperando el meteorito. Llevamos tiempo esperando el meteorito, pienso. Hay un montón de señales que lo anuncian. Esperaremos juntos.

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