Teatro
'La máquina de parlar': un futuro desolador en el Maldà
Victoria Szpunberg vuelve a presentar su cuento distópico sobre un solitario que busca compañía en máquinas con aspecto humano / personas que trabajan como robots
José Carlos Sorribes
Periodista
José Carlos Sorribes
Han pasado más de 10 años, pero sigue funcionando como si se hubiera estrenado ayer. Ese es el mérito de 'La màquina de parlar', el montaje de Victoria Szpunberg que se presentó en la Sala Beckett en el 2007 y que se ha vuelto ahora a reponer, con un segundo pase en el Maldà, tras el de la pasada temporada. Un espacio perfecto para este cuento de humor oscurísimo e inquietante, por momentos, hasta el escalofrío. Situado en un futuro incierto, lo es también distópico por dibujar un desolador cuadro de relaciones humanas.
La dramaturga y directora argentina, de larga trayectoria catalana, ha vuelto a reunir a sus tres cómplices (Sandra Monclús, Marc Rosich y Jordi Andújar) para transportarnos a un rincón tenebroso, el piso de Bruno, un funcionario tan solitario como ruin (Rosich). Vive con la única compañía de una mujer argentina que trabaja como una máquina que habla sin parar (Monclús), de nombre Valeria.
Bruno no se relaciona con nadie, ni siquiera con su madre, cuyas llamadas nunca atiende pese a los mensajes que ella le deja en el contestador desde una residencia de ancianos. Solo piensa en un ascenso laboral que nunca llega y en accionar al tuntún, un efecto placebo para él, el mando que pone en marcha a Valeria. La máquina es incansable, locuaz hasta la verborrea, con su vasto repertorio de palabras e ideas. Igual le da los buenos días que le lee el horóscopo o le razona sobre el paraíso perdido. Y, además, es políglota.
Llega un día en que todo adquiere una rutina insoportable para Bruno, que necesita nuevos alicientes/caprichos. Así se presenta en casa con otro autómata de aspecto humano. Este no habla. Es un animal de compañía que ha comprado sin leer el manual de instrucciones y que llega desde Kuwait. Pronto descubre que es un perro que da placer. Pero el trío no acabará de encajar. A Valeria se le despierta un sentimiento para el que no debería estar programada: los celos. Cuando conoce un poco más a su nuevo compañero de piso le unirá a él que son dos individuos esclavizados, robotizados, para ganarse la vida en un mundo futuro que da miedo.
'La màquina de parlar' funciona por el potente entramado textual de Szpunberg, también responsable de una ágil dirección, y por un magnífico trío actoral. Monclús vuelve a demostrar que es una de las grandes actrices del teatro catalán, capaz de múltiples matices sin apenas moverse. Sentada en una silla-trono propia de un desguace sabe ser enérgica y a la vez sensible. Por ejemplo, en esas escenas oníricas en las que conversa con Franz, en un evidente homenaje de Szpunberg a Kafka, que siempre planea sobra la obra.
Andújar también pisa firme en un trabajo muy físico como el 'perro' de compañía, que primero impone y luego te gana por su vida desgraciada. Y de Rosich, un dramaturgo y director de reconocida trayectoria, cabe esperar que se prodigue en el futuro como intérprete, y no haya que esperar otra década. Lo borda como el patético y asocial Bruno, el tipejo que da grima en este relato kafkiano de 'La màquina de parlar.
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