Teatro
Un fantasma de cuento
Joan Pera y Josep Maria Mestres se reencuentran en el Condal con 'El fantasma de Canterville', una amable comedia de Oscar Wilde
José Carlos Sorribes
Periodista
José Carlos Sorribes
Después de Molière y 'L’avar', parecía cantado un nuevo encuentro entre Joan Pera y Josep Maria Mestres. Se ha producido con un autor de cabecera para el director como es Oscar Wilde y uno de sus grandes clásicos, 'El fantasma de Canterville'. Un cuento apto para todos los públicos que tiene más fama por su paso por el cine que por las adaptaciones teatrales. Ya en 1944 llegó a la gran pantalla, con Charles Laughton en el rol protagonista que Joan Pera encarna en el Teatre Condal.
Es este un montaje cuya versión firma el pujante dramaturgo Joan Yago que no engaña a nadie. Es decir, con su convencional puesta en escena busca al gran público que acude al reclamo de Joan Pera. El ilustre actor de Mataró es un gancho infalible para esa legión de fieles que se rinden a su comicidad. No les falla en absoluto. Es más, demuestra cuando se acerca a los 70 tacos estar en forma, sin abusar de sus conocidos excesos, dicho en el mejor sentido de la palabra. Pera es la cara visible de un montaje, por otra parte, muy coral. Él es el fantasma del castillo, el lord inglés que vaga entre sus paredes desde finales del siglo XVI después de que, presuntamente, asesinara a su esposa, lady Eleonore.
A ese palacio se traslada la familia de un arrogante industrial americano, otra clase de fantasma, con la intención de pasar un fin de semana. Invitado por Lord Canterville, el empresario se ríe de la advertencia de su anfitrión sobre la inquietante presencia de su antepasado. El encuentro entre el espectro, a quien acompaña en su periplo por la eternidad la gobernanta Marygold, y la familia americana desata una sucesión de situaciones de hilaridad irregular. El choque de dos mundos lo ha trasladado Yago a una época más contemporánea, los años 50 del 'plan Marshall', sin que se resienta el espíritu de Wilde.
La versión de Mestres-Yago navega, en ese sentido, en un tono amable y algo discontinuo. Más que carcajadas se suceden las sonrisas, ocasionales, en una pieza con un inequívoco aroma a teatro de toda la vida. A ello contribuye una gran y clásica escenografía marcada por una imponente escalinata de madera noble y el cuadro de donde aparece sir Simon Canterville, un fantasma de aspecto entrañable.
Pera le da siempre ese tono dentro de un elenco que es el principal argumento del montaje. Pep Sais dobla papeles y lo borda como la gobernanta Marygold con impagables apariciones. David Olivares, el Tomàs Molina de 'Polònia', da el tono como el bravucón empresario yanqui aunque cueste olvidar su creación televisiva. Betsy Túrnez, su esposa, despliega un dinamismo y gestualidad arrolladores. Y los jóvenes, mientras, también pelean por ganarse el foco. Òscar Castellví pone una eficaz comicidad gestual y Elisabet Casanovas (lanzada a la fama con Merlí reitera que tiene madera de actriz importante. Ypara dar lustre a la producción tampoco faltan unos trucos de magia con la firma de Mag Lari.
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