teatro
'Rigatoni' con ragú en La Biblioteca
Pasta sabrosísima, vino, música y enredos de faldas a lo Goldoni. Es 'L'hostalera' y no hay quien se resista a sus encantos. Entrad en la sala del Raval y disfrutad
Imma Fernández
Periodista
Imma Fernández
El nombre lleva a engaño. Aquí no hay libros, aunque sí muchas historias. La Biblioteca de Catalunya es una preciosa nave gótica abovedada que desde el 2006 ocupa la entusiasta 'troupe' de <strong>La Perla 29</strong>. Una productora teatral que bajo la varita de Oriol Broggi o su discípulo Ferran Utzet ha transformado el lugar en mil y un escenarios mágicos por donde han pasado, con sus penas a cuestas, Hamlet, Antígona, Cyrano de Bergerac, Max Estrella, el Rey Lear, la Antoniette de 'Una giornata particolare' o las hermanas Mundy de 'Dansa d'agost'. También se han disfrutado felicidades ajenas y comedias como la que nos ocupa, '<strong>L'hostalera</strong>', de Carlo Goldoni, que el joven director Pau Carrió sirve por todo lo alto, tras haberle hincado el diente a Shakespeare y triunfado (en el Lliure) con 'Hamlet' y 'Victòria de Enric V'.
Carrió ha convertido el recinto en la 'trattoria' Mirandolina, que así se llama la dueña del hostal y de todos los corazones que por allá rondan. La interpreta una Laura Aubert más coqueta y picarona que nunca, metida en la faena de bajar de su misoginia y soberbia al único que se le resiste, el caballero Ripafratta (David Verdaguer). Esta vez, atención público, no todo es ficción en La Biblioteca.
En el entreacto, los espectadores -distribuidos en mesas de cinco o seis- cambian de papel y se convierten en comensales. Menú único y vegetariano -están en todo-. 'Rigatoni' con ragú, una deliciosa cortesía del restaurante <strong>Gat Blau</strong>, agua y vino. Con el tinto en ascensión, arrecian las risas. La música en directo (canciones populares de los 60 a cargo de un elenco multifacético) completa la fiesta. El juego de seducción goldoniano, que Carrió ha trasladado a la Italia felliniana, colma todos los sentidos. Lástima que el trazo cómico dibujado en algunos de los personajes, un histrionismo excesivo, no redondee la propuesta, como sí sucedió en 'Els feréstecs' que cocinó Lluís Pasqual en el Lliure.
VER Y COMER
No es la primera vez que una pieza teatral va más allá de eso de alimentar el alma y apaña también el estómago. Pero el ejemplo no abunda. <strong>La Cubana</strong> sorprendió al respetable repartiendo bocadillos de mortadela en la ingeniosa e hilarante 'Cómeme el coco', negro y, más recientemente, en FiraTàrrega, se han degustado experiencias gastronómico-escénicas foráneas, como la chilena 'La cocina pública' o 'Cuando todos pensábamos que habíamos desaparecido', del colectivo mexicano <strong>Vaca 35</strong>, que llegó a La Villarroel.
Los valencianos de <strong>El Pont Flotant</strong> hicieron honor a su procedencia y durante sus celebrados 'Ejercicios de amor' prepararon una paella para compartir al final con los presentes. De rechupete.
Con 'L'hostalera' se repite la historia. Pasta, vino, buena música, enredos de faldas y diversión. Una combinación infalible y seductora a la que es difícil resistirse. Ni siquiera lo haría el esquivo Ripafratta, que acaba la función como se merece. Estreno sonado de La Biblioteca en el arte de la buena mesa. Prueben los sabrosos 'rigatoni' y juzguen ustedes mismos.
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