teatro
'La treva', entre el amor y la guerra
Desde la retaguardia de un 'loft' neoyorquino, una pareja de reporteros bélicos se enfrenta a la batalla que marcará su destino. La obra arrasa en La Villarroel
Imma Fernández
Periodista
Imma Fernández
Para ellos no hay tregua que valga. Siempre con la artillería a punto, disparan y dan en el blanco. Son Julio Manrique y David Selvas, actores, directores y viceversa. Con su productora La Brutal o con producciones ajenas, llevan años dando guerra en la escena barcelonesa. Y de guerras, las que nos cuentan en los medios y las del corazón, habla su última aventura conjunta, 'La trevapieza del neoyorquino Donald Margulies que, bajo la dirección de Manrique, arrasa en La Villarroel. A Selvas le toca esta vez dar la cara; al revés de lo que sucedía en el 'Don Joan' con el que sedujeron la pasada temporada a la platea del TNC.
Más munición: el Poliorama ha repuesto la premiada y aplaudida 'El curiós incident del gos a mitjanit', donde bajo la estupenda batuta de Manrique se luce un magistral Pol López. Y ya en marzo, el exdirector del Romea se enfrentará en el Lliure a su primer Ibsen: 'L'ànec salvatge'. Lo resume así: "Alguien llama a la puerta y los pobres pero razonablemente felices miembros de la familia Ekdal deciden abrir...". Entra y desata la tormenta.
QUE EL ESPECTADOR DECIDA
Vayamos a La Villarroel. Al Irak de las "armas de destrucción masiva" y a las paradojas del periodismo de trinchera. ¿Compromiso o adicción? ¿Van, esos informadores del mal, a salvar al mundo o a salvarse a sí mismos? ¿Es legítimo apropiarse del dolor ajeno para difundirlo al mundo? ¿Por qué jugarse la vida? Los interrogantes son muchos y conocidos, y el autor, premio Pulitzer por 'Cena con amigos', deja que caigan sobre el espectador y que este decida. No es su guerra juzgar.
Se dice que esos profesionales en primera línea del fuego están hechos de una pasta especial. Así es Sarah -la siempre soberbia y creíble Clara Segura-, fotógrafa de prestigio que, tras caer gravemente herida en Irak, regresa a su 'loft' en Brooklyn con su pareja, James (Selvas). Él, también reportero de guerra, huyó de las atrocidades y se replantea darle otro enfoque a su existencia. Desertar para siempre de un oficio adictivo. La zona de conflicto se traslada entonces a la relación entre ambos. A las decisivas batallas que marcan el destino de cada cual.
UN GATILLO INOCENTE
La dirección precisa, cuidada, sin estridencias (y con estupenda banda sonora) de Manrique deja que la historia avance hacia la comedia ácida que propone Margulies. La espoleta, contrapunto de los reporteros, es la irrupción de Richard, el editor y amigo de la pareja, con la dulce y vitalista Mandy, una jovencita con "poca sustancia" con quien ahora comparte su vida. Ramon Madaula y Mima Riera los dibujan con fantástico trazo.
Desde su inocente gatillo, Mandy va disparando las balas. En la diana, la ética de unos profesionales que ocupan su tiempo en enfocar al elefantito en peligro o al buitre que amenaza al niño famélico. ¿Cómo se puede fotografiar a una madre con su hijo agonizante en lugar de socorrerlos?, descarga Mandy, mientras la endurecida Sarah va esquivando los tiros: "Estamos para registrar la realidad, no para modificarla".
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