ELECCIONES VASCAS

Sánchez coge aire en Euskadi y frena el cambio de ciclo que augura Feijóo a la espera de Catalunya

Los socialistas se jugaban más, pero pasaron la prueba cómodamente: suben sus apoyos sin poner en riesgo la estabilidad de los socios vascos en Madrid

Todas las miradas puestas en las elecciones catalanas ya, en las que Feijóo necesita un buen resultado tras no haber podido engullir electoralmente a Vox

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la campaña vasca con el candidato a lehendakari, Eneko Andueza.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la campaña vasca con el candidato a lehendakari, Eneko Andueza. / Javier Etxezarreta

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Las elecciones en Euskadi no constituían, al menos en apariencia, un peligro vital para la gobernabilidad en España. Pero había riesgos de agitación en el tablero. Y los resultados de este domingo, a pesar del histórico ascenso de EH Bildu, confirman que los socios vascos de Pedro Sánchez seguirán dando estabilidad a la legislatura

Para el Partido Socialista de Euskadi (PSE) era esencial mantener la llave del futuro Gobierno vasco y seguir siendo decisivo. No solo lo consiguió, sino que creció dos escaños con respecto a 2020 hasta alcanzar los 12. Un balón de oxígeno que se traslada al Palacio de la Moncloa, especialmente después de haber sufrido una debacle en Galicia hace apenas dos meses. El PP no se jugaba tanto, pero los objetivos que tenía quedan a medio camino: sumó un escaño pero no remató a Vox, que resiste en el Parlamento vasco. Y la cifra que aporta, 7 escaños en total, no basta para configurar una mayoría alternativa. La idea de ir cumpliendo etapas hasta llegar a las europeas, que Alberto Núñez Feijóo planteará como otras generales, se ha encontrado la primera piedra en el camino. Ahora más que nunca, los dos grandes partidos miran a Catalunya.

A pesar de que PNV y la izquierda abertzale empataron en diputados (27), la victoria de los nacionalistas vascos en votos también envía un mensaje tranquilizador al PSOE. Durante toda la campaña los socialistas dejaron muy claro que no habría pacto con Bildu -más aún tras el tropiezo de Pello Otxandiano, evitando llamar banda terrorista a ETA. Pero si los independentistas hubieran superado a Imanol Pradales, como mínimo, se habría producido un estrés adicional en las alianzas gubernamentales en Madrid. 

Las cosas se quedan como estaban: la coalición actual se reeditará y, además, el PSE sube en votos directos y en escaños. Sánchez tiene garantizado el apoyo del PNV esta legislatura y Bildu, el otro gran triunfador, no ve ninguna penalización por su postura de ser su otro socio en el Congreso.

Para el presidente del Gobierno las citas electorales de Euskadi y, sobre todo, la que vendrá en Catalunya el próximo mes de mayo, son escenarios cómodos. La probable victoria de Salvador Illa, si nada se tuerce, será la mejor manera de afrontar lo que llegue después. Gestionar esos resultados y la gobernabilidad que deje la cita catalana no parece tan sencilla como el capítulo vasco. Pero por ahora Sánchez coge aire y rompe esa tendencia que el PP agita tanto de cambio de ciclo inminente por la inestabilidad de sus socios territoriales.

El País Vasco no es Catalunya, aunque también había cosas en juego. Sobre todo, por las fuertes críticas que han levantado los pactos de Sánchez con Bildu y que, en Euskadi, quedó demostrado que no le han pasado ninguna factura.

Está por ver, eso sí, la actitud que a partir de ahora mantendrá la izquierda abertzale en las Cortes Generales. No pudo ganar, pero se quedó muy cerca del PNV, empatando en escaños y, sobre todo, firmando un resultado histórico que tendrá análisis muy importantes a partir de ahora. Los de Arnaldo Otegi no obligaron al PSOE a firmar un acuerdo de investidura. Hicieron presidente a Sánchez, comprometieron medidas importantes en los Presupuestos Generales (por ahora aplazados) y, eso sí, lograron la alcaldía de Pamplona el pasado diciembre a través de una moción de censura. Ahora están en disposición de subir sus exigencias.

La reflexión en la derecha

El PP siempre concibió esta cita electoral como un trámite, pero tenía algunos deberes. El más importante era acabar con Vox y no lo consiguió. “Contra todo pronóstico”, como reconocen dirigentes del PP vasco, los ultra resistieron en Euskadi salvando su único diputado por Álava. Eso implica cortar de raíz la hoja de ruta iniciada por Génova desde las elecciones gallegas, cuando los de Santiago Abascal volvieron a quedarse sin representación. 

Venían de unas generales en las que perdieron 19 escaños. Y el plan del PP pasaba por propiciar su desaparición en el País Vasco para después llamar al voto útil en Catalunya y hacer lo propio en las europeas. Los populares recuperarán, con toda probabilidad, su posición en las elecciones de Catalunya del 12 de mayo por delante de Vox. Pero este aire que ha cogido Abascal en Vitoria puede tener otras consecuencias.

Es cierto que el PP subió tres puntos porcentuales de apoyo (33.000 votos más que en 2020) y ese crecimiento solo se transformó en un escaño más, quedándose en 7. La frustración se abrió paso en el partido en Euskadi ya en la noche del domingo. “Hemos subido, pero no rematamos”. Tampoco pudieron llegar a los dos dígitos en porcentaje de voto. 

Lo que está por ver es si este resultado, que ha reforzado a Sánchez tras el golpe que se llevó en las gallegas y que deja al PP bordeando sus expectativas, cambiará en algo la estrategia de los conservadores, tan centrada en denunciar las alianzas del presidente del Gobierno con los independentistas y las decisiones más controvertidas como la ley de amnistía. 

La tesis en Génova -como ya lo fue en Galicia- es que el PSOE está consiguiendo engordar el apoyo de las formaciones nacionalistas y que, al final, es su partido el que hace de “muleta” o aspira a apoyar como socio minoritario. En Catalunya, sin embargo, no parece que vaya a ser así.