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Las once citas electorales municipales de la democracia han estado marcadas por una vergonzante rareza: el exiguo porcentaje de políticas que fueron elegidas como regidoras locales

Antonia Castellana (PSUC), presidiendo una reunión de la corporación municipal de Molins de Rei tras ser elegida primera alcaldesa en las elecciones de 1979

Antonia Castellana (PSUC), presidiendo una reunión de la corporación municipal de Molins de Rei tras ser elegida primera alcaldesa en las elecciones de 1979

Juan Fernández

Juan Fernández

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La noche del 3 de abril de 1979 estuvo cargada de emociones en los colegios electorales de Molins de Rei, municipio de Barcelona que entonces tenía 18.000 habitantes. En aquellas horas nerviosas y de experiencias nuevas, no solo tocó contar las papeletas de las primeras elecciones municipales en más de 40 años, sino que, para sorpresa de muchos, la mayoría de las que había en las urnas venían encabezadas por el nombre de Antonia Castellana, la candidata del PSUC. "Era joven, comunista y mujer, me presenté pensando que no me votarían, pero me votaron", recuerda hoy, a punto de cumplir 73 años, la veterana política local. Vaya si la votaron: se hizo con el 42% del escrutinio y se quedó a un puñado de papeletas de la mayoría absoluta. 

Esa noche, muchos jóvenes como Antonia, que entonces tenía 28 años, fueron elegidos alcaldes y buena parte de ellos pertenecían a formaciones de izquierdas, como era su caso. Pero mujeres… Eso ya no fue tan habitual. En realidad, en los primeros comicios locales de la democracia solo se entregaron 104 bastones de mando a manos femeninas de los 8.464 que se repartieron en todo el país. Ese día dio comienzo a una relación esquiva -la de la mujer y el poder local- que ha estado marcada todo este tiempo por la desconfianza y el desapego. Como si en España, por alguna extraña razón, fuera especialmente difícil declinar la palabra alcalde en femenino.

Lo es hoy, con el 80% de los ayuntamientos aún presididos por hombres, pero ha sido así en las diez noches electorales municipales vividas desde 1979, en las que las mujeres elegidas alcaldesas han supuesto una anómala y vergonzante minoría: el 2% en los comicios de 1983, el 3% en 1987, el 5% en 1991, el 7% en 1995…

Durante años, en el imaginario de los votantes y de los responsables de los partidos encargados de señalar a los candidatos a regidor, la mitad de la población parece haber sido percibida menos apta o con menos derechos que la otra mitad para ejercer el poder más cercano a los ciudadanos. 

Número de alcaldes y alcaldesas en las elecciones municipales de la democracia.

Número de alcaldes y alcaldesas en las elecciones municipales de la democracia. /

De esa sospecha saben mucho las mujeres que fueron pioneras al frente de los ayuntamientos de sus localidades. Antonia Castellana, que volvió a ser elegida alcaldesa en 1983, se acostumbró rápido a ser la única dama en las reuniones del Área Metropolitana de Barcelona, a las que asistían los regidores del cinturón urbano de la capital, pero no encuentra miradas de condescendencia cuando repasa aquellos años. "Llevaba mucho tiempo en la lucha política, había trabajado duro en los barrios y era muy conocida en el pueblo. Eso me ayudó a ganarme el respeto de mis vecinos, a pesar del machismo de la época", cuenta esta antigua militante de Bandera Roja y de otras formaciones antifranquistas.

Cartel electoral de Antonia Castellana (PSUC) en las elecciones municipales de 1979 en Molins de Rei

Cartel electoral de Antonia Castellana (PSUC) en las elecciones municipales de 1979 en Molins de Rei /

Otra cosa era gestionar el día a día, tanto en la esfera pública como la privada. Castellana, que tuvo dos hijas en los ocho años que estuvo al frente de su ayuntamiento, reconoce que no habría podido desarrollar aquella labor sin el apoyo que encontró en su pareja y sin las "agallas" que le puso a su desempeño. "Las mujeres estamos obligadas a hacer un esfuerzo extra porque lo tenemos todo en contra, sobre todo en política", dice esta maestra jubilada que, tras la alcaldía, volvió a las aulas.

Capitales de provincia

Esas dificultades han hecho posible que el poder local haya sido un coto privado de los hombres todos estos años. Lo fue especialmente en los municipios pequeños, pero también en las grandes urbes. Hay que viajar a 1989 para encontrar a la primera mujer regidora de una capital de provincias: la socialista Clementina Ródenas, que accedió a la alcaldía tras la renuncia de su compañero de partido, Ricard Pérez Casado, y que dos años más tarde cedió el bastón de mando a la popular Rita Barberá

En aquel contexto –en la década de los 90, ser alcaldesa continuaba siendo una rareza digna de estudio-, a votantes y politólogos les sorprendió la maniobra que llevó acabo José María Aznar, líder del PP, que en las elecciones municipales de 1995 presentó a un plantel de candidatas en importantes plazas.

La operación le salió redonda: ese año fueron nombradas alcaldesas Soledad Becerril en Sevilla, Celia Villalobos en Málaga, Luisa Fernanda Rudi en Zaragoza, Teófila Martínez en Cádiz y María Dolores Ruiz-Ayúcar en Ávila. Todas debutantes y todas del Partido Popular.

«Aquello permitió visibilizar a las mujeres que ya llevábamos años trabajando en política y demostrar que podíamos resolver los problemas de nuestros vecinos igual que los hombres», recuerda Celia Villalobos, quien no ha olvidado el peso añadido que ella y sus compañeras recibieron con aquel encargo: «Éramos conscientes de que si alguna fracasaba, fracasaríamos todas. Por injusto que parezca, esto a los hombres no les pasaba», apunta la política.

Celia Villalobos saluda triunfal tras ser elegida alcaldesa de Málaga en las elecciones de 1995

Celia Villalobos saluda triunfal tras ser elegida alcaldesa de Málaga en las elecciones de 1995 /

Aquella irrupción de alcaldesas parecía anunciar una inminente normalización de la presencia femenina en el poder local. Sin embargo, hoy, casi 30 años después, solo diez de las 52 capitales de provincias están regidas por una mujer.

Las pioneras en las alcaldías no encuentran una explicación a esta anomalía. «A veces me pregunto qué hicimos mal para que no tuviéramos relevo», rumia Villalobos. «La política, igual la local que la de otros ámbitos, nunca ha sido fácil para las mujeres. No tenemos más remedio que seguir dando caña», concluye Castellana. 

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