Investigación

Explicación de una serie de catastróficas desdichas reales

El silencio de Juan Carlos I solo quiere decir: una cosa es pedir disculpas por la caza de elefantes en Bostuana y otra asumir una defraudación fiscal y actividades ocultas en Suiza y Jersey que han sido “afinadas” y exoneradas

El rey Juan Carlos I

El rey Juan Carlos I / EUROPA PRESS / RAÚL TERREL

Ernesto Ekaizer

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Juan Carlos I sabe colocar mensajes. Como con Ernest Benach, el presidente del Parlament, quien acudió a la Zarzuela el 16 de diciembre de 2003 para hacer oficial la elección de Pasqual Maragall como presidente de la Generalitat. “Hablando se entiende la gente”, le dijo el monarca. O cuando en medio de la difícil situación de la Corona durante la instrucción del caso Nóos, la nochebuena de 2011, abordó la corrupción y el descrédito de los partidos políticos e, implícitamente, la investigación de Iñaki Urdangarin y la infanta Cristina: “La justicia es igual para todos”. Y cuando destapada la cacería de elefantes que ofrendó en Botsuana el 14 de abril de 2012 a su examante Corinna zu Sayn-Wittgenstein y su hijo Alexander, que cumplía diez años, salió del hospital en Madrid y dijo: “Lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir”. España seguía sumida en la Gran Recesión iniciada en 2008 y en medio de una tasa de desempleo récord (5,6 millones de parados y una tasa del 24,4%).

Pero he aquí que ante la simple pregunta de los medios de comunicación el pasado domingo en Sanxenxo sobre si le iba a dar explicaciones a su hijo, el rey Felipe VI, el emérito se hizo el distraído: “¿Explicaciones? ¿De qué? Ja, ja, ja”.

Clamor en el Gobierno

El Gobierno, bajo el liderazgo de la portavoz Isabel Rodríguez, venía repitiendo la necesidad de que el emérito diera una explicación a los ciudadanos. Le siguió la vicepresidenta Nadia Calviño, quien abrió el fuego el pasado jueves, el mismo día que llegaba Juan Carlos I a Sanxenxo. “Todos los españoles merecen una explicación desde el punto de vista institucional después de que se hayan pronunciado los tribunales”, declaró. No es cierto. Son los fiscales quienes han decidido que las causas penales no lleguen a los tribunales en Suiza y en España, con la excepción de la jurisdicción civil del Reino Unido donde se tramita la denuncia por acoso contra Corinna zu Sayn-Wittgenstein y se le ha denegado la inmunidad al emérito .

La exvicepresidenta Carmen Calvo tomó el testigo de Calviño y lanzó el 20 de mayo a las ocho y media de la mañana su tuit: "Hoy suben las temperaturas en todo el país, gran bochorno en Sanxenxo”. Y ya este lunes, Isabel Rodríguez y el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, sentenciaron que al no dar explicaciones por unos hechos muy graves el emérito había perdido una oportunidad.

Pero, aparte, el Gobierno no ha retaceado información en la última semana en el sentido de que ha sido una iniciativa suya, debatida con la Casa de Su Majestad el Rey, la que cerró la puerta a que Juan Carlos I hiciera noche en el Palacio de la Zarzuela, hecho que contraviene la orientación de la defensa del emérito en Londres, la cual defiende el el totum revolutum de su pertenencia a la Familia real-Casa Real para sostener su derecho a la inmunidad soberana.

¿Explicar qué?

Juan Carlos I, ¿qué puede explicar?

La Fiscalía del Tribunal Supremo le ofreció tres veces personarse en las tres investigaciones abiertas. Siguiendo los consejos de su abogado Javier Sánchez-Junco, rechazó ser parte de las causas, lo que le hubiera permitido rechazar los indicios que comisiones rogatorias de Suiza, Irlanda, Reino Unido e Jersey aportaban contra él.

“Pero, ¿para qué se iba a personar? Él sabía muy bien de que iban los hechos”, señala un fiscal consultado.

Y rechazó la oferta porque ya sabía lo que iba a hacer: presentar dos regularizaciones fiscales por algo más de 5 millones de euros y aquí paz y después gloria… a pesar de las citadas tres notificaciones de la Fiscalía que rompían el concepto de espontaneidad que exige la ley.

Los 100 millones de dólares (64,8 millones de euros) que, según sus abogados en Suiza, han sido un “regalo sin contrapartidas” del rey de Arabia Saudí Abdulaziz, y no una comisión por la adjudicación del AVE del Desierto al consorcio hispano-saudí Al Shoula -en el que brillaron por su presencia las comisiones pagadas-, no los declaró a la Agencia Tributaria.

Pero ese dinero y otros fondos recibidos -como los 1,9 millones de dólares en billetes que, también fue un regalo, éste del sultán de Bahréin en 2010- y unos antiguos 'trusts' creados en Jersey en los años 1995 y 1997 -más tarde, en 2004, trasvasados al JRM 2004 Trust-, las transferencias-donaciones de unos 800.000 euros realizadas por su amigo el magnate azteca-británico Allen Sanginés-Krause, y el pago de viajes en jet privado de la fundación Zagatka de Liechtenstein por alrededor de 7 millones de euros, sobre todo después de su abdicación, todo ello quedó sepultado bajo la prescripción e inviolabilidad o el pago de las dos regularizaciones a Hacienda.

Perdón de Hacienda

La Agencia Tributaria le perdonó el banquillo después de que la Fiscalía del Supremo le avisó, según se ha apuntado, en junio, noviembre y diciembre de 2020 de que se le estaba investigando.

Si todo había quedado en delito fiscal, es decir, en fraude, y los inspectores de hacienda se lo perdonaron al dar por válidas las dos regularizaciones llevadas a cabo -incluso con el asesoramiento de esos mismos inspectores según se deduce de los decretos de archivo de la Fiscalía- ¿a qué viene ahora pedir perdón?

¿Explicaciones de qué? ¿Perdón por qué?

Los hechos son los que son.

En su libro sobre 'Juan Carlos I, mi rey caído' la escritora francesa Laurence Debray, quien visitó a Juan Carlos I en Abu Dabi meses después de su autodestierro, le señala:

-“Usted no puede regresar [a España] tan brutalmente como se ha marchado”

-“¡Basta con que coja un avión!”- responde Juan Carlos I.

-“Usted debe hablarle a los españoles, tienen que comprender. Tiene que justificarse. Todos se merecen sus explicaciones. Y piense en construir su leyenda, majestad. Nadie lo hará por usted”.

-“Las instituciones que yo dejé bastan. Hablan por sí mismas. Pero es verdad, es más fácil destruir las instituciones que construirlas”.

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