Análisis

La ola del negacionismo acecha España | El videocomentario de Verónica Fumanal

El negacionismo es tan minoritario como poderoso. ¿Cómo combatirlo? Seamos sinceros, no se puede

miniatura fumanal negacionistas

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Verónica Fumanal Callau

Verónica Fumanal Callau

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En marzo de 2020, la primera ola del covid estallaba en Italia mientras en España se pensaba que no tendría apenas impacto. En noviembre de 2021, toda Europa vuelve a estar colapsada por la ola de los no vacunados, mientras en nuestro país vemos aproximarse la tragedia con la impotencia de aquellos que saben qué hacer, pero sin poderlo ejecutar. La mayoría de la población española está dando una lección al mundo de civismo y solidaridad frente a la pandemia. Sin embargo, menos de un 10% está haciendo colapsar a nuestra sociedad, que se debate entre lo que se debería hacer y lo que jurídicamente se puede hacer. El negacionismo es tan minoritario como poderoso. Esa es la ola a la que nos enfrentamos y todas las herramientas fallan.

En el siglo XVII, Galileo Galilei fue obligado por el negacionismo imperante de la época a retractarse en público de su teoría sobre el sol y la tierra, y a pesar de ello, fue encarcelado hasta su muerte. Miguel Servet, un par de siglos antes, murió en la hoguera a manos de estos. Alguno pensará que no se puede comparar a la Inquisición de la Edad Media con el negacionismo actual, pero si bien es cierto que les separan las coyunturas abismales de uno y otro, hay que reconocer que era más aceptable ser un negacionsita inquisidor en la Edad Media que hoy en día, cuando los niveles de información y accesibilidad son prácticamente universales.

¿Se puede obligar a vacunar a toda la población?

¿Cómo se combate el negacionismo? ¿Qué hacer para combatir una creencia conspiranoica desde el Estado? Seamos sinceros, no se puede. La ciencia no puede luchar contra una creencia, los códigos son diferentes, ni siquiera entran en debate porque no parten de la misma concepción filosófica. Por lo tanto, por más gráficas que se publiciten, por más evidencias, datos, cifras..., nada es suficiente para convencer al negacionista. De hecho, algunos han pagado esa militancia conspiranoide con su vida.

Además, está el eterno debate entre combatir sus argumentos publicitándolos, cosa que les da más minutos de espacio público, o, por el contrario, bajo la doctrina de 'no les hagas casito', se les arrincona, dejando que sus teorías campen a sus anchas sin un contrarrelato que los desenmascare. Llegados a este punto, si el negacionismo no se puede combatir desde el pensamiento, la ciencia o los datos, el Estado tiene la obligación de intentar modificar las conductas que de él se derivan. En este caso, la necesidad de ponerse una vacuna o llevar la mascarilla.

Vayamos al caso concreto de la vacuna. En Europa se debate sobre las medidas coercitivas. En algunos países se ha impuesto en algunos casos la vacunación obligatoria, como en Francia a los trabajadores con contacto estrecho con otras personas. La propia Comisión Europea no afronta la obligatoriedad por no inmiscuirse en las competencias nacionales, pero está promoviendo el debate.

En Italia o Eslovaquia han impuesto el 'pasaporte covid', que consiste en un castigo negativo, es decir, a los no vacunados con pauta completa se le prohíbe la entrada al trabajo, so pena de perder el salario, y a locales de ocio en general. En Rumanía van más allá y rige un toque de queda para los no vacunados, y en Austria estos deben permanecer confinados. En Portugal, con una tasa de vacunación similar a la nuestra acaba de imponer un cerrojazo para Navidad, teletrabajo y cierre de escuelas y locales de ocio.

Sin embargo, en España no hay prácticamente restricciones. Quedan a criterio de las autonomías, pero no bajo el mando político o sanitario, sino bajo el jurídico. El Estado no está preparado desde un punto de vista legal para las dos pandemias que nos acechan, la sanitaria y la negacionista. Por lo tanto, todo aquello que signifique restringir derechos y libertades se topa con el partido defensor del negacionismo, que de forma sistemática recurre al Tribunal Constitucional que ya tumbó los dos estados de alarma.

¿Es posible políticamente aprobar un estado de excepción para restringir los derechos de los no vacunados en un país en el que el historial médico tiene una especial protección de la ley? ¿Se debe imponer una vacunación obligatoria so pena de confinamiento y toque de queda? ¿Debe paralizarse a todo un país porque una minoría negacionista no se aviene a las recomendaciones gubernamentales? ¿Deben pagar justos por pecadores? La ola se está acercando. Sabemos cómo pararla, con vacunación obligatoria y restricciones sin 'pasaporte covid', pero no es legal hacerlo.

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