Investidura de Pere Aragonès
Viernes de Dolores en el Parlament
Aragonès usó las citas de su discurso a modo de dardos a los socios, y sin embargo, enemigos de Junts
La abstención posconvergente promete abrir una herida cara al futuro como la que produjo la no investidura de Puigdemont, en 2018
Xabi Barrena
Periodista
Periodista de la sección de Política
Xabi Barrena
El calendario político catalán acostumbra a ser caprichoso y juguetón. Así que no hay que sorprenderse de que la sesión de investidura de Pere Aragonès se haya iniciado en el Viernes de Dolores, la antesala de la Semana Santa. Es más, casi se podría agradecer que la segunda jornada no se celebre el Domingo de Ramos.
Y, haciendo caso al calendario, en el pleno hubo varias manifestaciones de dolor. Por ejemplo, el que ha sufrido Junts al ver que ERC y la CUP construían el esqueleto de una eventual legislatura. “Nos han servido la mesa, el menú y nos quieren pasar la factura”, dijo el portavoz puigdemontista, Albert Batet. Algo que Aragonès, para negar que ese hubiera sido la intención, resumió en el dicho catalán "'a la taula d’en Bernat, qui no hi és, no hi és comptat'”.
Debieron de doler, sobre todo a los elementos más liberales y ultraliberales que se reúnen en ese partido -que se afirma de centro-izquierda- las citas que el presidenciable sacó a pasear en su interminable discurso. Más por los nombres que por su contenido, eso sí. “No es lo mismo precio que valor”, clamó el republicano, en homenaje, nada menos, que a Karl Marx. “La riqueza de un país se mide en su capacidad de dotar, de una manera sostenible, un elevado nivel de vida de sus ciudadanos”, declamó el vicepresidente en referncia a lo dicho en su día por el premio Nobel de Economia, y martillo de los defensores del Dios-mercado, Joseph Stiglitz.
Benet y Maragall
El repertorio prosigió con el “Catalunya, un sol poble” del historiador Josep Benet, quien presentara en 1982 la primera moción de censura contra Jordi Pujol. Y se cerró con la nemésis política del propio Pujol en los 80 y 90, Pasqual Maragall, quien abogó por “una Catalunya más desinhibida, menos sagrada y menos sacralizadora, más a ras de suelo”, en una clara referencia al nacionalismo de CiU de aquella época.
Hubo dolor desgarrado por parte del propio Batet cuando Aragonès declinó renunciar a la segunda votación, la del martes. El republicano no les quiere ahorrar el mal trago de volver a repetir, la foto de la escisión independentista que ellos protagonizan: ERC y CUP por un lado, ellos, por el otro.
También Salvador Illa se mostró dolido. Tanto por comprobar que se dedican energías “hacia donde no toca”; en referencia al ‘procés’, como, sobre todo, por el pacto de ERC con la CUP, a los que tildó de “radicales”.
Aunque por encima de todo, el mayor dolor de todos, sin duda, fue el del propio Aragonès. Porque tras 90 años de espera, ERC aun no puede celebrar tener un ‘president’. La abstención de Junts, que amenaza con mantener el próximo martes, será una lanza clavada que, seguro, va a traer cola en el futuro. Y que es hija de otro dolor, el de Carles Puigdemont por no haber sido investido el 30 de enero del 2018.
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