14-F: Houston, no tenemos ningún problema

Las extremas prevenciones sanitarias funcionaron como un reloj, tal vez no suizo, pero el resto de la organización fue, como siempre, mediterránea

Barcelona  15 2 2021   elecciones autonomicas 14F Maria Gimeno (d) con sus companeras de mesa electoral en la Salle de Gracia con los epis puestos Tema para CARLES COLS

Barcelona 15 2 2021 elecciones autonomicas 14F Maria Gimeno (d) con sus companeras de mesa electoral en la Salle de Gracia con los epis puestos Tema para CARLES COLS

Carles Cols

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Hay un refrán (tal vez inglés, disculpen la imprecisión etimológica) estupendo para resumir cómo es posible que la jornada electoral del 14-F haya pasado de ser, según decían algunos, poco menos que una potencial bomba biológica de contagios a una cita con las urnas que terminó con ‘selfies’ y fotos de grupo de los miembros de las mesas, e incluso con ratos de buen humor. “Cuanto más vacío está el barril, más fuerte resuena”. Ese es el refrán. Podría ser también un buen lema para Twitter. Ahí queda la propuesta. Hubo en la organización, es cierto, bastante de ese tan poco suizo estilo mediterráneo de hacer las cosas, pero a la hora de la verdad, de siete a ocho, como decíamos ayer, durante ‘Las primeras elecciones en la Luna’, no hubo ningún Houston, tenemos un problema. Que hablen los protagonistas.

Maria Gimeno, 21 años, vocal primera en una mesa en La Salle de Gràcia (Barcelona). En la foto, la de las orlas escolares al fondo, es la de la derecha. La imagen es más que un retrato, es la foto de un estado de ánimo. Incluso se percibe una cierta camaradería recién trenzada. Armstrong, Aldrin y Collins parece que no se llevaron jamás así de bien.

Para ella, estas eran las terceras elecciones con derecho a voto. En las primeras fue suplente. En estas, una vez supo que iba a ser primera vocal, ni se planteó la opción de recurrir. Le daba pereza lo del traje, eso lo reconoce, pero con su edad le habría parecido un egoísmo imperdonable pretender que alguien bastante más mayor y a saber en qué circunstancias personales ocupara su lugar. Menos mal que esa fue su actitud. De los dos suplentes que tenían que personarse en su mesa, uno ni se asomó y el otro hizo lo que decían en la aldea gala cuando el bardo Asurancetúrix amenazaba con cantar. Dijo que tenía un jabalí en el horno. O algo equivalente.

Hasta las siete de la tarde la jornada transcurrió más o menos como cualquiera que el domingo votara pudo ver con sus propios ojos. Se respetó el horario de los vulnerables por la mañana, hubo colas antes del almuerzo y, después, escasísimo tráfico a la hora de la siesta. “Mi madre hizo una hora de cola”, explica Maria. Fue a votar, error por parte de ella, poco antes de comer. Pero parece que, pese a las ocasionales largas esperas, una vez delante de la urna no había enfados. “La gente estaba muy agradecida”.

Todo eso, sin embargo, no era nada al lado de lo que todos sabían que tenía que llegar, las siete de la tarde. Aunque en algunas mesas hubo quien se enfundó el traje ya por la mañana, en La Salle de Gràcia se respetó el horario programado. Al principio, el silencio era sepulcral. Lo pasaron peor quienes, por decirlo de algún modo, venían con las gafas ya de serie. Todo buen miope llevaba sus gafas, otras de protección encima y, en un más difícil todavía, una pantalla protectora sujeta a la testa.

“Me entró la risa, qué le vamos a hacer”. Maria rompió el hielo. En su colegio apenas nadie reparó en que los monos de protección venían en varias tallas distintas. Algunas cremalleras y costuras no soportaron según qué newtons de tensión. Ella se enfundó una XL. Parecía Aleksei Leonov, célebre cosmonauta ruso que en 1965 realizó un paseo espacial fuera de su nave Voskhod y que, por razones técnicas que no vienen al caso, se le hinchó como un globo. Las pasó canutas para entrar de nuevo por la escotilla. Con el tiempo, aquello terminó por ser una anécdota, pero esto viene al caso para subrayar que el 14-F, aunque perfectamente organizado para evitar contagios, no estuvo exento de llamativos contratiempos.

Roser Olivella, la derecha, con buen ánimo pese a los contratiempos evitables de la jornada.

Roser Olivella, la derecha, con buen ánimo pese a los contratiempos evitables de la jornada. / Roser Olivella

En la mesa electoral de Roser Olivella, en el Centre Cívic Vil·la Florida, en la calle de Muntaner, había trajes y gafas, sí, pero menos mascarillas de las prometidas. Se anunciaron cuatro y al final solo recibieron dos. Como en La Salle de Gràcia, el kit básico venía sin la bandeja para depositar los ‘dnis’. Bolígrafos y rotuladores fosforitos para marcar las hojas de votación, tampoco había. Calefacción, menos aún. Tuvo suerte con el traje protector. Era holgado, así que debajo llevaba el abrigo.

Por seguir con las comparaciones astronáuticas, Olivella no fue tan pilla como John Young, piloto de la NASA, quien, para gran enojo del centro de control, escondió un sándwich de fiambre en el bolsillo de su traje y se lo zampó en pleno vuelo espacial. Una migas ingrávidas nunca se sabe en qué relé pueden terminar. “La gente, muy amable, nos trajo café y pastas, pero para almorzar suerte tuve de una amiga que vino a votar y cuando vio la situación volvió a casa para prepararme un bocadillo de tortilla”.

La lista de cuestiones a mejorar no se interrumpe ahí. Sigue. Nada graves desde el punto de vista sanitario, pero sorprendente, por decirlo suave, por lo excepcional de la jornada. La última hora de la votación fue realmente muy tranquila. Por la mesa de Maria pasaron 10 personas de siete a ocho. Por la de Roser, seis. Con una participación tan baja, el recuento fue rápido, incluso fácil ante el paso atrás que dieron los apoderados de los partidos. Pero quedaba aún, ¡ay!, el siempre mal resuelto asunto de llevar las actas, no a la Ciutat de la Justícia, como es costumbre, sino a la comisaría más cercana de la Guardia Urbana. En ausencia de taxis, Montse, presidenta de la pesa de Maria, caminó media hora para ir, hizo cola una hora para entregar la documentación y anduvo otra media hora para regresar. La presidenta de la mesa de Roser, más resuelta, llamó a su padre para que la llevara en moto. Visto que desde el 2010 ha habido cinco citas con las urnas en Catalunya para elegir Parlament, plusmarca española sin rival, a lo mejor va siendo hora de montar ya un ‘bicing electoral’ o un ‘Glovo de las papeletas’ para resolver estas incomodidades.

El 14-F, en resumen, parece que fue un acierto organizativo por parte de quienes, lo que son las cosas, semanas atrás sembraban miedos sobre la idoneidad de celebrar unas elecciones justo en esa fecha. Tanto es así que el barril aún resonaba ayer una vez cerrados los colegios electorales. Vacío, como dice el refrán.

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