Casado asume que deberá reajustar su estrategia ante el poderío de los moderados

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Pilar Santos

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Cuando Pablo Casado ganó las primarias del PP, hace dos años, algunos dirigentes de los que le apoyaron, más por no votar a Soraya Sáenz de Santamaría que por auparle a él, coincidían en que era un «diamante en bruto». Un político de carrera con aptitudes para sobrevivir en las azarosas vidas de los partidos.

En estos 24 meses ha perdido dos generales y unas municipales y logró salvar su liderazgo gracias a que Cs y Vox apoyaron a sus candidatos en el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid. Ahora, con el fracaso en Euskadi, donde colocó a un candidato duro tras apartar a Alfonso Alonso, y con la cuarta mayoría absoluta del moderado Alberto Núñez Feijóo en Galicia, Casado está abierto «a pulir su estrategia», «a abrir el partido», aseguran fuentes de la dirección del PP. El objetivo, en palabras de un alto cargo, es «convivir con tranquilidad»en un partido en el que, con los datos en la mano, son las tesis centristas las que triunfan. Lo vivió José María Aznar (con su viaje al centro) y Mariano Rajoy (cuando se olvidó de azuzar las manifestaciones contra José Luis Rodríguez Zapatero y se volvó en vender gestión).

La "forma de trabajar" de Feijóo

En la sede de Génova escucharon con atención las palabras de Feijóo el domingo por la noche, cuando hizo la lista de agradecimientos. Consciente de que todo el partido lo estaba escuchando por si dejaba algún recado, el político gallego quiso jugar y subrayó el apoyo en la campaña de los presidentes de Andalucía, Juan Manuel Moreno, Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, y la entrega de Mariano Rajoy. A Casado le brindó la victoria y también le dio las gracias, pero por confiar en él y en su «forma de trabajar». A buen entendedor, pocas palabras bastan. Feijóo rechazó la coalición con Cs (algo que el presidente del PP impuso en Euskadi) y mantuvo un discurso galleguista y centrista, como siempre. El resultado ha sido una cuarta mayoría absoluta y el portazo a Ciudadanos y Vox, que siguen sin entrar en el Parlamento autonómico.

Ese eje moderado que conforman los tres barones, Feijóo, Moreno y Mañueco, ya se vio estos meses atrás cuando los tres coincidieron en mostrar su malestar por que la portavoz en el Congreso fuera Cayetana Álvarez de Toledo, un perfil contundente y de formas muy alejadas a las de los dirigentes autonómicos más poderosos. También coincidieron los tres en algunos momentos del estado de alarma, cuando mostraron su apoyo a que se aprobaran nuevas prórrogas (a diferencia de Casado) o agradecieron la comunicación del Gobierno central con los ejecutivos autonómicos.

La relación con los barones

A partir de ahora, admiten en el equipo de Casado, los mensajes que emitan desde sus capitales los tres barones se escucharán con un talante diferente. De hecho, apuntan en Génova, el líder del partido ya ha ido dando pasos hacia la moderación al colocar a Ana Pastor como portavoz de la comisión de reconstrucción en el Congreso y apartar a Álvarez de Toledo de ese encargo y también de la campaña en Euskadi, donde no ha participado. 

Con Casado y los barones se repite la misma historia, señala un parlamentario popular, que le ha pasado a otros líderes cuando son jefes de la oposición:  Rajoy debía rendir pleitesía al todopoderoso Francesc Camps en la Comunitat Valenciana y Pedro Sánchez tenía que encajar las críticas de sus compañeros en el poder (Susana Díaz, en Andalucía, y Emiliano García Page, en Castilla-La Mancha).

En la sede de Génova no temen ningún movimiento de Feijóo y piden tiempo para «seguir formando equipos de Casado». El presidente de la Xunta afirmó este lunes que está comprometido a «trabajar por Galicia hasta el final de la legislatura». Al día siguiente de ganar unas elecciones no puede decir otra cosa, aunque los tiempos convulsos que vivimos animan a los descreídos a no confiar en ninguna previsión a medio plazo. 

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