Rajoy, mirando el "teatrillo" desde el palco
Patricia Martín
Periodista
Escribo en la sección de Sociedad, normalmente sobre temas sanitarios, de mujeres, violencia machista, infancia o consumo; aunque también he trabajado en otras secciones de El Periódico, como Política o Tribunales. Mi trayectoria profesional comenzó en medios locales, incluida una emisora regional de la 'Cadena Ser', y trabajé también para 'El País' y 'Cinco Días'.
PATRICIA MARTIN / MADRID
Mariano Rajoy recuerda constantemente que él, desde el 21 de diciembre, fijó su posición tras el endiablado resultado electoral: una gran coalición con el PSOEgran coaliciónPSOE, a la que podría sumarse o no Ciudadanos. De ahí no se ha movido hasta el último día en que fue posible pensar en una investidura. Y eso, pese a que Pedro Sánchez siempre replicó a esa oferta con su frase: “no [al Partido Popular] es que no y que no sé qué parte del ‘no’ no se ha entendido”. En la práctica, el papel de Rajoy en estos meses ha sido observar desde el palco el “teatrillo”, vocablo con el que el PP ha denominado las múltiples reuniones y ruedas de prensa que han rodeado los intentos de Sánchez por alcanzar la Moncloa. Ahora se regodea con el fracaso ajeno y afronta otras elecciones generales con buenas expectativas. De hecho, vuelve a salir como líder según las encuestas.
Si algo ha quedado en evidencia desde el 20-D es que los conservadores tenían, tienen y según parece (por los avisos de C's) tendrán serios problemas para tejer alianzas. Y eso que ya en enero emprendieron una campaña de presión para intentar atraer entonces al PSOE, ofreciendo acuerdos “sin líneas rojas”, el estudiar una reforma de la Constitución y hasta la posibilidad de que la vicepresidencia la ocupara el jefe de los socialistas. También garantizaron sostén al PSOE en comunidades y ayuntamientos.
Por haber hubo hasta emisarios encubiertos, en busca de debilitar el rechazo de Sánchez a negociar con los conservadores. Nada de esto fructificó y, para sorpresa de propios y extraños, Rajoy en la primera ronda de audiencias con el Rey, declinó el ofrecimiento para intentar una investidura, pese a ser el ganador de los comicios de diciembre. Fue el socialista Sánchez quien finalmente dio un paso al frente. Mientras, el PP se dedicó a activar ya su precampaña: recuperó los paseos electorales y montó varias convenciones en las que ir desgranando, a modo de presentación, los cinco pactos de Estado inicialmente diseñados para tentar al PSOE y Ciudadanos.
EL LASTRE DE LA CORRUPCIÓN
Su posición expectante no ha sido, en cualquier caso, cómoda. A los recelos que la flema del presidente despierta en algunos sectores de su partido, hay que sumar los escándalos de corrupción que han lastrado sus opciones de reeditar el cargo sin pasar por las urnas. Desde el 'palco' ha vivido las dimisiones de Esperanza Aguirre por la 'Púnica' o del ministro José Manuel Soria por los 'papeles de Panamá' y observa a una Rita Barberá aferrada al escaño pese al cerco judicial que padece.
El PP, pese a saber que la corrupción seguirá siendo un freno para futuros pactos, respira tranquilo y cree contar con una nueva oportunidad el 26-J, según auguran las encuestas. Espera recuperar votantes denunciando el acercamiento de Rivera al PSOE y, al tiempo, ablandar el terreno para futuros acuerdos.
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