CAMINO DE LAS URNAS

Rajoy avisa de que el desafío catalán es ahora el mayor problema de España

Rajoy y sus ministros convocaron ayer las elecciones.

Rajoy y sus ministros convocaron ayer las elecciones.

G. ROBLES / P. ALLENDESALAZAR / MADRID

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Echó ayer el cierre a la legislatura Mariano Rajoy sacando pecho por haber evitado un rescate a la griega o a la portuguesa y haber superado ya lo peor de la crisis. Puso el candado advirtiendo además de que, una vez «cuadradas las cuentas», el problema «de mayor gravedad» al que se está enfrentando España es el desafío secesionista catalán al que él, según dijo, ha sabido hasta ahora oponerse con «prudencia». Y aseguró tener preparados los mecanismos para frenar una posible declaración unilateral de independencia (DUI) aun con las Cortes disueltas, pero puntualizando que preferiría no tener que usarlos porque finalmente imperara «el sentido común».

No hizo Rajoy ninguna propuesta política concreta y de última hora para acercarse a Catalunya. Confirmó que no incluirá ninguna propuesta de la Constitución en su programa electoral (será prácticamente el único aspirante con posibilidades que no lo haga) y afirmó que sí escuchará atentamente los planteamientos que hagan los demás, pese a no considerarlo «prioridad» ni la solución para frenar un «desafío a la legalidad democrática que ha fracturado a la sociedad catalana».

A su entender, lo que toca con Catalunya es seguir garantizando que se respeta la ley y ofrecer diálogo a su próximo gobierno, más allá de quien lo forme o quien lo presida, llegó a decir ayer durante su balance de legislatura ante los periodistas. En todo caso marcó las líneas rojas para quien sea designado 'president'. «No puedo autorizar un referéndum en el que se pretenda liquidar la soberanía nacional, porque lo que sea España no lo puede decidir sólo una parte de ella [...]. Jamás me he negado a hablar. Pídanme lo que quieran pero no que liquide la ley, porque no lo haré nunca», sentenció.

"¿Y SI C'S PIDE SU CABEZA?"

No sólo de Catalunya y de independentismo se habló ayer en la Moncloa. Los posibles pactos poselectorales tras las generales también fueron protagonistas después de que el presidente reuniera a su consejo de ministros, con carácter extraordinario, para aprobar el decreto de disolución de las Cortes y de convocatoria de elecciones el próximo 20 de diciembre. De esta forma, Rajoy puso punto final a su primer cuatrienio como jefe del Ejecutivo, sin que los sondeos de opinión den por cierto que tendrá una segunda oportunidad: las encuestas sí le sitúan como el ganador de los comicios, pero dependiendo de alianzas poselectorales para poder repetir y sin garantías de que quien quede en segundo puesto no pueda forzar, con ayuda de otros, una mayoría alternativa. O sin que haya desaparecido el runrún de que Ciudadanos, si resulta partido decisivo, pida que Rajoy sea sacrificado y se le busque sustituto.

-"¿Y si Ciudadanos exige su cabeza para poder negociar con el PP?"-, se le preguntó ayer a Rajoy.

-"Mi cabeza está bien situada y no pienso dejar que la cambien de sitio"-, respondió el jefe del Ejecutivo.

CORRUPCIÓN Y LA CRISIS

Para Rajoy, es fundamental que en estos tiempos de incertidumbre política los votantes «reflexionen» sobre a quién le dan su apoyo el 20-D, añadiendo que si España ha recuperado confianza en estos cuatro años ha sido, en parte, gracias a la estabilidad política. O sea, a su mayoría absoluta.

Y para lograr que los españoles vuelvan a darle un respaldo que le permita gobernar de nuevo espera, según indicó, que se tenga en cuenta lo que ha hecho contra la corrupción, una lacra «que ha hecho mucho daño» al PP. Pero la carta que cree Rajoy que puede darle la partida electoral es la economía. En eso confía. De hecho, dedicó parte de la mañana de ayer a defender como exitosa su política, soslayando sus aspectos más cuestionados. España, afirmó, se encaminaba «a la quiebra, la salida del euro o el rescate» cuando él tomó el mando. «Hemos pasado de vivir bajo la amenaza del rescate a despertar confianza, de la recesión más larga al crecimiento más alto de la Unión y de la mayor destrucción de empleo a la mayor reducción del paro de nuestra historia», se jactó. Destacó la reducción del paro desde el comienzo de la legislatura (436.000) y la creación de empleo (se han recuperado los 18 millones de ocupados), así como que ahora nacen 1.492 empleos al día, frente a la destrucción de 1.430 del 2011. Además, prometió dos millones nuevos de trabajos para los próximos cuatro años. Sin embargo, eludió comentar la caída de la población activa, que explica parte de la caída del paro (unas 200.000 personas ya no buscan empleo) o la precariedad de los nuevos puestos.

Subrayó aspectos como el crecimiento (el mayor, dijo, de los países del G-20 junto al de Estados Unidos), la recuperación de la prima de riesgo (de 467 a 121 puntos básicos, con un ahorro para el Tesoro de 20.000 millones) y la reducción del déficit (del 9% al 4,2% en que aseguró que acabará el año), obviando que las previsiones apuntan a un crecimiento menor en los próximos años y que Bruselas duda que se puedan cumplir los objetivos fiscales sin nuevos ajustes. Pero él quería vender superación de crisis «sin que nadie haya quede al borde del camino».