la actividad parlamentaria

Las batallitas del gallinero

Ciutadans y la CUP han protagonizado dos años de choques dialécticos en el Parlament

Rivera habla en el Parlament ante la mirada de Fernàndez, el año pasado.

Rivera habla en el Parlament ante la mirada de Fernàndez, el año pasado.

RAFA JULVE / BARCELONA

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Unos llevan la 'estelada' en el logotipo del partido. Los otros nacieron con el objetivo de combatir el nacionalismo catalán. A partir de ahí, encontrar diferencias entre ambos es pan comido. Fieles a su antagonismo, la CUP y Ciutadans han protagonizado algunos de los choques dialécticos más tensos del Parlament en los dos años que llevamos de legislatura. Sus trifulcas en las últimas filas del hemiciclo -acertado calificativo el de gallinero para estos casos- han animado algunas sesiones cuando más de un diputado dormitaba de tanto oír los mismos estribillos en torno al proceso soberanista.

Una de las primeras colisiones se produjo el 11 de abril del 2013. Albert Rivera y el ahora exdiputado Jordi Cañas se enzarzaron con David Fernàndez Quim Arrufat a cuentas de un escrache convocado por los independentistas en la Garriga, localidad donde reside Rivera y en la que iba a dar una conferencia. «Ven a decirle a Albert Rivera cómo quieres que sea la escuela de nuestro país», rezaba uno de los pasquines de la CUP que Ciutadans mostró en el hemiciclo. Desde la tribuna, en plena moción sobre el modelo lingüístico en las escuelas, Arrufat calificó a sus rivales de partido que «va entre el ministerio fiscal, Intereconomía y la Inquisición del siglo XXI» y defendió la protesta «contra quien va en contra de los derechos colectivos del pueblo catalán». Acabada su intervención, se dirigió a su escaño mientras avisaba a sus vecinos de butaca de que se fueran «acostumbrando». Eso acabó de enervar a Cañas, quien se puso en pie para responder al envite y terminó siendo reprendido por la presidenta Núria de Gispert. «Ya basta de que tengamos que aguantar a personajes públicos que amenazan desde un escaño», reprochó Rivera. «Nosotros no tenemos intención de amenazar a nadie», replicó Arrufat.

Xenofobia contra terrorismo

El fuego de la discordia siguió ardiendo, más controlado, una sesión tras otra. Hasta una nueva deflagración: a dos días del Doce de Octubre del 2013, Fernàndez atacó por un flanco por el que a menudo intenta zaherir a sus contrincantes y acusó a Ciutadans y el PPC de manifestarse el 12-O junto a los «xenófobos de Plataforma per Catalunya, los neonazis de Tramuntana y la Falange». Cañas se revolvió desde su escaño con otro recurrente dardo contra la CUP al acusar a los independentistas de manifestarse al lado de los terroristas del 'comando Barcelona'. El PPC aplaudió. De Gispert les llamó la atención por el alboroto («no tienen vergüenza») y los diputados populares y los de Ciutadans abandonaron el hemiciclo en desacuerdo con el trato de la presidenta de la Cámara.

El pasado 29 de octubre, Rivera volvió a incidir en las filias de la CUP con el independentismo vasco al interrumpir un discurso de Fernàndez diciéndole «Otegi, Otegi». Fernàndez, que días antes se había manifestado en Euskadi pidiendo la liberación del exdirigente aberzale, respondió «Otegi askatu», que Arrufat aliñó con un «¡cállate, pesado!» a su adversario. De poco había servido que ambos partidos unieran fuerzas para pedir que los diputados del Parlament no recuperaran la paga extra (propuesta que vieron cumplida). Como tampoco les ablandó la rueda de prensa que compartieron, también con Iniciativa ERC, el 28 de noviembre para presionar a CiU y el PSC y lograr que retiraran sus vetos a alguna comparecencias de la 'comisión Pujol'.

Unidos contra la corrupción

El de los ataques a los grandes partidos por los casos de corrupción es uno de los terrenos donde mayores complicidades han tejido la CUP y Ciutadans, aunque estos últimos han acusado a los independentistas de sacrificar la lucha contra los escándalos económicos por el proceso soberanista y se han opuesto a que Fernàndez presidiera la 'comisión Pujol'. También han ido de la mano a la hora de reclamar que se reduzcan los sueldos y otras prerrogativas de los expresidentes de la Generalitat, pero en todas esas ocasiones los apoyos mutuos se han lanzado sin grandes alardes.

Ambos partidos están ahora en las últimas filas, pero las encuestas les están aupandoencuestas hasta el punto de que Ciutadans podría escalar posiciones y situarse como tercera fuerza y la CUP triplicaría el número de escaños. La contundencia de unos y otros a la hora de defender sus postulados y también al enfrentarse al bando contrario sin medias tintas parece servirles de muy buena estrategia.