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'Jamais vu', el fascinante trastorno de los catalanes
Los franceses no solo atesoran en su lengua la intraducible expresióndéjà vu, que tanto juego ha dado en la literatura, el cine y la ciencia de la mente. Los franceses tienen otra fascinante expresión aunque menos conocida, eljamais vu, que define ese extraño trastorno que parece aquejar hoy a los catalanes. El jamais vues encontrarse de repente en una situación ya vivida o experimentada con anterioridad y, pese a todo, no reconocerla, sencillamente vivirla como algo nuevo. ¿Un ejemplo? La nueva excursión que CiU y Esquerra proponen emprender la próxima legislatura, esta vez con destino al paraíso terrenal del concierto económico.
Los catalanes, o al menos los que desde mayor o menor distancia han seguido esa afición de la política catalana por el excursionismo, seguro que recordarán otras batallas (otros 1714, según se mire) con las que el catalanismo no solo han movido importantes tropas de electores, sino con las que incluso han ganado elecciones. El Estatut hoy huérfano de padres (solo el PSC lo defiende si logra del doctorZapateroalgunas prótesis para que pueda echar a andar) sería el paradigma de esa estrategia de flautista de Hamelín que antes sirvió para fascinarse con Lituania, Quebec y Kosovo, por poner solo tres ejemplos, o para prometer que la nueva financiación autonómica negociada primero conFelipe Gonzálezy después conJosé María Aznarsería poco menos que el euromillón para las finanzas catalanas, o para plantear la descentralización del Estado por la vía de trasladar el Senado español a Barcelona...
Han sido tantas estas experiencias dejamais vuque esta semana han estado a punto de pasar desapercibidos los antecedentes del estreno en Barcelona de la sede de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones, una apuesta personal deJosé Luis Rodríguez Zapatero en el 2004 para satisfacer las demandas federalizantes del PSC y que desató entonces una cavernícola campaña de lo más derechón de España.
Ahora toca el concierto económico. No es la primera vez que Catalunya fantasea con ello. El problema no es solo que el tamaño de la decepción suele ser proporcional a la expectativa creada, sino la normalidad con la que al final la sociedad termina por asumir ese sinvivir constante del más difícil todavía. Esta semana (aún no salgo de mi asombro) el Cercle d'Economia pedía nada menos que una reforma de la Constitución. Si llegara el caso, nada bueno podría esperar Catalunya de una entente entre el PP y el PSOE.
Los franceses tienen otra preciosa expresión:l'esprit de l'escalier. Define aquella frase ingeniosa o aquel insulto que nos viene tarde a la cabeza, cuando la disputa verbal ya ha terminado. Constato un hecho: los líderes españoles jamás sufren ese lapsus, y menos con Catalunya.
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