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Corsario o pirata, ese es el enigma
En las calles de Plymouth (Reino Unido) se erige una estatua en recuerdo de Francis Drake. De ahí partió el homenajeado en septiembre de 1585 con el encargo de la reina Isabel I de saquear sin compasión los puertos del imperio español de la época. Su primera parada, por cierto, fue Vigo, de donde –dicen las crónicas de la época– tuvo que salir por piernas y dejar en tierra el botín de vacas lecheras que pensaba embarcar a bordo de sus 21 naves. Eso, en cualquier caso, es anecdótico. Lo singular es que aquel prohombre del dinero fácil era recibido por sus víctimas como un pirata, pero en su patria natal es un héroe, de modo que allí le recuerdan como lo que en realidad era, un corsario, alguien con un permiso oficial para el pillaje.
Tan apretada introducción histórica es, más que nada, una invitación al lector a sacar sus propias conclusiones a la luz de la abundante y comprometedora documentación que Fèlix Millet guardaba en la versión moderna de Isla Tortuga en que había convertido el Palau de la Música. Allí, él y su compinche de abordajes, Jordi Montull, realizaban un pormenorizado seguimiento de la obra pública que se adjudicaba en los últimos años del pujolismo, con anotaciones sobre supuestas comisiones del 4% correspondientes a encargos multimillonarios de la Conselleria de Política Territorial i Obres Públiques. Sin embargo, Millet, al parecer, era tan obsesivo en el robo como descuidado a la hora de dejar constancia documental de sus rapiñas, de modo que interpretar con acierto el sentido de todas y cada una de sus anotaciones es, lamentablemente, trabajo de criptógrafo.
Esa tarea, la de traducir en forma de conclusiones el sinfín de pistas abiertas, es la que tiene encomendada la comisión de investigación del Parlament y, algún día tal vez, también el juez encargado del caso. De momento, algunos de los comparecientes, más por sus silencios que por sus afirmaciones, han ayudado a construir un relato coherente sobre si Millet y Montull eran más corsarios que piratas. Tiempo al tiempo.
Quedan sesiones muy interesantes por celebrar. Gemma Montull va el lunes. No esperen grandes revelaciones. Agustí Colomines, director de la Fundació Catalanista i Demòcrata Ramon Trias Fargas, es garantía de un choque de trenes en el Parlament. Pero, por singular, vale la pena señalar en la agenda la esperada visita de Àngel Colom, que probablemente se presentará ante sus excolegas de hemiciclo como una suerte de Bartolomé Misson, aquel pirata francés mil veces citado como ejemplo de la utopía, que saqueaba para construir una sociedad perfecta en una isla del Índico.
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