Opinión |
Negociaciones para la investidura
Jordi Mercader

Jordi Mercader

Periodista.

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La misma foto de ayer con fondo diferente

El PSC optó, voluntariamente o no, por una inversión política contemporizadora, aunque de resultado incierto

Josep Rull, tras ser nombrado president del Parlament

Josep Rull, tras ser nombrado president del Parlament / Zowy Voeten

La fotografía de la nueva Mesa del Parlament podría llevar a engaño. Parecería que sigue vigente la legislatura anterior. Junts preside la cámara y con ERC disfrutan de una mayoría en la Mesa que no se corresponde con la composición del pleno. La diferencia respecto al viejo escenario es que el PSC detenta tres plazas y con ellas pueda formar una mayoría alternativa con cualquiera de los dos partidos independentistas, si viene al caso. 

El PSC llegó al Parlament dispuesto a aceptar resignadamente que el independentismo reviviera un momento de unidad con matices. Y así sucedió. Josep Rull, uno de los héroes del 'procés' indultado por el gobierno socialista, fue elegido presidente con los 59 votos de Junts, ERC y la CUP, pero en la segunda vuelta, para que republicanos y anticapitalistas pudieran dejar constancia de sus reservas respecto a Junts. Se estaba jugando el partido de ida de la investidura para la presidencia y Salvador Illa evitó incomodar a ERC con una reedición de la “maniobra Collboni”. Tal vez tampoco habría podido hacerlo, porque el PP y Comuns no estaban dispuesto a repetirla; de hecho, cuando pudieron votar a Sílvia Paneque se abstuvieron.

La predisposición de los ganadores de las elecciones autonómicas y de las europeas de no enturbiar la tarde balsámica a los independentistas después de atesorar un nuevo disgusto electoral quedó de manifiesto bien pronto. El PSC se desmarcó de la iniciativa del PP y Vox de recurrir ante el TC la aceptación del voto delegado de los tres diputados soberanistas ausentes, lo que sí hicieron en la legislatura anterior.

El PSC optó, voluntariamente o no, por una inversión política contemporizadora, aunque de resultado incierto, al menos para todos aquellos que no estamos en el secreto de las negociaciones en curso. En estos tiempos en los que impera la confusión de la necesidad y la virtud, la negociación de acuerdos de investidura se ha convertido en un ejercicio de malabarismo que a veces sorprende a los propios negociadores.  

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