Opinión | El adiós

Agnès Marquès

Agnès Marquès

Periodista

La despedida

Acabar bien no es fácil, sin duda, pero quizá deberíamos hacer un esfuerzo en todo aquello que tiene que ver con las despedidas

Xavi y Laporta en la presentación del nuevo entrenador del Barça el 8 de noviembre de 2021.

Xavi y Laporta en la presentación del nuevo entrenador del Barça el 8 de noviembre de 2021. / Alejandro García / Efe

Parece que todo tiene que tener un buen arranque. El peso de la primera impresión es tan grande que condiciona cómo va a seguir esa relación con la persona que acabamos de conocer, la novela que empezamos a leer, el lugar al que acabamos de llegar.

Si no es bueno, no continuamos. Y, sin embargo, ¿no es mucho más importante el final? Cuántos buenos inicios y tantos malos finales. Acabar bien no es fácil, sin duda, pero quizá deberíamos hacer un esfuerzo en todo aquello que tiene que ver con las despedidas. Laporta se carga a Xavi exponiéndolo a una situación casi humillante a pesar de ser una leyenda reciente del club. ¿No se podía hacer mejor? ¿Esa es la despedida que se merece alguien como Xavi en el Barça? Quizá los años hagan aflorar todo lo bueno, pero hay palos que no se olvidan. Es como un mal café después de una comida exquisita. Como el padre al que le gustaba que le invitasen a una buena cena y al abrir el testamento el hijo descubre que hace años que está desheredado. ¿Cómo se arregla eso? ¿Cómo alguien puede irse así de la vida?

La despedida que condiciona el recuerdo de la sonrisa ancha y la mano grande de un padre. Tantos finales espantosos así en la vida real. Por eso el buen cine nos emociona tanto con sus despedidas, ahí sabe el director que nos va a tocar la fibra. Lo sabía Sofia Coppola cuando hace inaudibles las últimas palabras que Bob le susurra a Charlotte en Lost in translation en ese abrazo que es la vida entera en medio de una transitada calle de Tokio. Cómo olvidar la mano de Francesca en la manilla de la puerta del coche. Llueve, no hablan, solo el ruido del intermitente y del parabrisas, y él, Robert, Clint Eastwood, empapado de pie en la calle. Los protagonistas de Los puentes de Madison se miran, se aman de lejos, ya se echan de menos, se sonríen. Ella no va a bajar del coche. Es un final triste, pero perfecto, nada fácil en la vida de los amantes que se cruzan inesperadamente y podrían cambiarlo todo y, sin embargo, se convierten en un sueño roto.

Es difícil acabar las relaciones queriéndose sin reproches, pero cuando pasa... Cuántas lloreras cuando ET le señala a Elliott la cabeza con su larguísimo dedo. Voy a estar aquí, le dice. En el recuerdo. Precisamente por eso, ¡acabemos mejor las cosas!

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