Desperfectos
Valentí Puig

Valentí Puig

Escritor y periodista.

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Derecha e izquierda en el baile

La fiebre electoral se ha apoderado del mundo de Westminster y las pantallas de las casas de apuestas abruman al Partido Conservador

El primer ministro británico, Rishi Sunak.

El primer ministro británico, Rishi Sunak. / EFE

Se habla de un avance de la derecha en las elecciones europeas mientras que en la Gran Bretaña posbrexit las elecciones nacionales se anticipan porque el gobierno conservador decae. El hecho de que jóvenes británicos vayan a votar por el laborismo parece una réplica al Brexit propiciado por los votantes 'tories' de más edad. Por algo será que el líder del euroescepticismo británico, Nigel Farage, no se presenta a las elecciones con la excusa de ayudar a su gran amigo Donald Trump a recuperar la Casa Blanca. Así se bailaba el tango.

Tras 14 años de gobiernos conservadores, Gran Bretaña llega casi fatídicamente a esta crisis política por muchos factores, sobre todo la economía, la inmigración y el cambio generacional. El desfallecimiento del Partido Conservador lleva escritos muchos capítulos, con un año y medio de encuestas nada favorables. El primer ministro Rishi Sunak anticipa por sorpresa –para el 4 de julio- unos comicios que tenían margen hasta el próximo enero.  

Ahora mismo los laboristas llevan 20 puntos de ventaja. Los 'tories' menos fatalistas recuerdan que en 1992 –siendo primer ministro John Major, sucesor de Margaret Thatcher- se daba por segura la victoria de los laboristas, pero no fue así. Paradójicamente, si el dilema Europa poco o demasiado fue un elemento en la caída de Thatcher, Major actuó de forma más pragmática que euroescéptica, aunque al final se llegó al Brexit. Boris Johnson estuvo inenarrable, luego por unos días -44, no más- fue primera ministra Liz Truss, una muy mala imitación de Thatcher y el actual primer ministro ha dado bandazos hasta convocar unas elecciones generales que podría dejar a su partido en el umbral de la ruina. 

La política siempre es azarosa, pero más aún cuando coincide con cambios generacionales. Para el laborismo británico, después de los sucesivos dogmatismos del ala izquierda, volver al centro-izquierda siempre ha resultado oportuno para ganar elecciones. Ahora el líder laborista es Keir Starmer, un político minucioso, sin alardes y más duro de lo que parece porque ha arrinconado el vetusto izquierdismo que generalmente alejaba del laborismo el voto de clase media. El líder quintaesencial de ese izquierdismo, Jeremy Corbin, ni tan siquiera será candidato laborista, sino independiente. Eso de una idea de la capacidad políticamente asesina de Starmer. Por lo demás, sus promesas electorales son más pragmáticas que absolutas, además de la promesa –ya habitual en todas partes- de construir un millón y medio de viviendas en cinco años. Sobre la Unión Europea, Starmer parece cautelosamente dispuesto a acuerdos comerciales, como un guiño a los jóvenes votantes más pro-europeos que las generaciones precedentes. 

La fiebre electoral se ha apoderado del mundo de Westminster y las pantallas de las casas de apuestas abruman al Partido Conservador. Los 'tories' andan con poca energía, un buen puñado de diputados han decidido retirarse porque dan por perdido el escaño y habrán de ser sustituidos de forma muy precipitada. En situaciones de pánico, los conservadores británicos entran en estampida, como una manada de búfalos. Eso pasa cuando no hay buenos pastores.

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