Los votos se deciden uno a uno

La democracia española no abandonó completamente en la transición el paternalismo con el que el régimen anterior trataba a los ciudadanos. La incapacidad de repetir en los últimos 45 años los consensos de la Constitución hace que sigan vigentes normas algo absurdas como la prohibición de publicar encuestas en la última semana de las campañas electorales. Este veto se basó en el temor que tenían en 1978 los partidos de izquierda de que los poderes fácticos trataran de influir en los resultados con trabajos demoscópicos manipulados. La izquierda, aunque algunos no lo contemplen, también se equivoca y aquel miedo atávico ha dejado las encuestas de la última semana en manos de unos pocos, los partidos y algunas empresas, que difunden lo que les conviene. Se vio con claridad en las elecciones generales del pasado mes de julio con un empresario de las encuestas de gira por las radios conservadores azuzando la victoria absoluta de Feijóo, que luego solo fue relativa. O en las elecciones gallegas con los voceros de la Moncloa dando por segura la pérdida de la mayoría absoluta del PP.

Las encuestas son encuestas. Indican tendencias, son fotos fijas en una sociedad líquida como la contemporánea. En lo que dicen nunca se equivocan, en todo caso se equivocan los que les hacen decir lo que no dicen. La mejor manera de garantizar el buen uso de las encuestas es la transparencia. ELPERIÓDICO publica desde 2011 las tablas de los trabajos que encarga a Gesop. El lunes publicaremos la última encuesta permitida de las elecciones catalanas del 12M. Después, seguiremos su evolución a través de un medio australiano, The Adelaide Review. Pero nunca nos olvidamos de que lo único que vale son los votos que cada ciudadano decide uno a uno y no en manada. Son ustedes los que decidirán si Salvador Illa aumenta la intensidad de su victoria, si Pere Aragonès no recoge los frutos de gobernar o si Carles Puigdemont vuelve a encabezar al independentismo.

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