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Sergi Sol

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Periodista

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La línea roja del presidente 'legítimo'

Puigdemont lleva seis años y medio tratando (aunque desde hace unos días ha dejado de lado esa agresividad) como apestados a los republicanos, señalándolos con el índice ante sus fieles como a infieles, atribuyéndoles los siete pecados capitales y las diez plagas de Egipto

Puigdemont dice que Junts "no ha venido a reflotar el PSOE" y se erige como la única fuerza capaz de decir 'no' a Sánchez

Puigdemont dice que Junts "no ha venido a reflotar el PSOE" y se erige como la única fuerza capaz de decir 'no' a Sánchez / ACN

Las elecciones vascas han dado un tímido espaldarazo al PSOE que las catalanas pueden consolidar si se confirma la victoria de Salvador Illa que predice la nueva entrega demoscópica de Gesop para EL PERIÓDICO. Es una de las muchas lecturas posibles. Además de otras dos que no son menos ciertas. EH Bildu eclosiona definitivamente como alternativa de futuro al bipartito PNV-PSE. Así como la mala salud de hierro del PNV gracias al feudo vizcaíno

Pero hay una cuarta lectura pese a que en el PP también tienen derecho a sonreír. 67 a 8. Que es, hoy por hoy, la suma potencial de detractores y aliados de la derecha española. Algo que a buen seguro se repetirá en Catalunya más allá de qué gobierno se conforma. Que esa es la gran incógnita catalana mientras en Euskadi era una certeza, un secreto a voces.

Sabemos que Illa puede y desea gobernar. Y que no cierra puerta alguna. Sabemos que Puigdemont también lo desea. Pero de no cambiar mucho el sondeo solo tendría una opción, que sería lograr el apoyo de la CUP y ERC si es que suman. El apoyo de la CUP es más que posible. Pero ver a los republicanos invistiendo a Puigdemont -lo que no se puede descartar- sería el colmo del sarcasmo. Porque si bien es cierto que fueron los de Ada Colau los que precipitaron las elecciones dando la estocada final a los republicanos no es menos cierto que quien más interés ha puesto en cargarse al president Aragonès es Junts y, en particular, su candidato plenipotenciario y legítimo. Nadie ha hecho tanto para derribar a Aragonès como Puigdemont. Suya es la apuesta con mano de hierro para provocar elecciones anticipadas y suya, a la postre, la mayor parte del mérito. Que ERC le devolviera ahora la afrenta a Puigdemont dándole sin más la presidencia a quien ha hecho lo indecible para derribar la tuya sería no ya poner la otra mejilla, sino para merecer el Premio Nobel de la Paz junto a Rigoberta Menchú.

Pues bien, ese y no otro es el plan de Puigdemont. Sumar los votos de los republicanos para ser ‘restituido’ como presidente legítimo so pena de excomunión en defecto. El legitimismo también ha sido la vía para cuestionar, sin tregua, la legitimidad de la presidencia de ERC. Al principio incluso verbalizándolo sin sonrojarse. O apuntando dos gobiernos que debían coexistir en paralelo. El de la Generalitat y la Corte de Waterloo/Consell per la República. A tal guisa llegó el despropósito mesiánico. 

La presidencia republicana es un asunto que Puigdemont y sus apóstoles han tratado como si fuera un sacrilegio. Un republicano paseándose por Palau de la Generalitat como si tal cosa era blasfemo. Era como mancillar la Casa dels Canonges. 

Para más inri, sin cortarse un pelo, ese plan de Puigdemont también incluye la negativa categórica a apoyar a Aragonès, si se diera el fatal caso, al frente de la Generalitat. No por aquello de que todo candidato intenta burlar otra posibilidad que no sea su candidatura para desdeñar otras opciones. No es el caso. La única línea roja de Puigdemont es precisamente esa, el veto visceral a Aragonès/ERC, a los que como han dicho, en más de una ocasión, desean mandar (cuanto menos su proceder) a la papelera de la historia. Expresión más que desafortunada por lo que representó en su día. Más para un convergente de pura cepa como el Legítimo. Sin olvidar, aunque la memoria es frágil, que Puigdemont lleva seis años y medio tratando (aunque desde hace unos días ha dejado de lado esa agresividad) como apestados a los republicanos, señalándolos con el índice ante sus fieles como a infieles, atribuyéndoles los siete pecados capitales y las diez plagas de Egipto.

Pero como todo es posible en esta vida, a saber cómo acaba este sainete. Con una salvedad a esa incertidumbre, solo hay algo seguro: jamás Aragonès tendrá el voto de Puigdemont. Lo demás, sigue abierto. Tan abierto que nadie en su sano juicio descarta la repetición electoral.

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