La espiral de la libreta
Olga Merino

Olga Merino

Periodista y escritora

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Piscinas llenas en la 'Escuela de calor'

La canción de Radio Futura cumple 40 años, casi los mismos que llevamos apostando el futuro a la sola carta del turismo. Hasta la patronal del sector advierte del peligro de morir de éxito  

El Govern permitirá llenar piscinas públicas y privadas si se abren a la ciudadanía

La demanda turística caerá un 10% en España si aumenta la temperatura 3 grados

 

Piscinas Fontsanta de Sant Joan Despí 

Piscinas Fontsanta de Sant Joan Despí  / Ayuntamiento de Sant Joan Despí

Si otras generaciones buscaron la playa bajo los adoquines, la mía se entregó al chachachá. Si hacía falta, se madrugaba para ir a currar o se empalmaba, pero habiendo quemado las pistas de baile como demonios azufrosos. ¡Cuánta energía electrizante! Siempre que se acerca el verano resuena en la bóveda del tiempo la canción de Radio Futura, que acabó convirtiéndose (casi) en himno generacional, ‘Escuela de calor’: «Arde la calle al sol de poniente. Hay tribus ocultas cerca del río esperando que caiga la noche». Mira por dónde, este 2024 se cumplen 40 años del lanzamiento de aquel tema acerca de un estío tórrido, como el que se avecina, en una ciudad sin veraneo.

Me he acordado de la letra —«en las piscinas privadas las chicas desnudan sus cuerpos al sol»— por el decreto del Govern que transfiere a los ayuntamientos la patata caliente de rellenar o no las albercas en plena emergencia por la sequía. Ahora sí podrá echarse agua a las piscinas, tanto públicas como privadas, siempre y cuando hayan sido declaradas «refugio climático», potestad que corresponderá a las autoridades municipales de cada localidad. O sea, se ha delegado el marrón mediante un plan de complicadísima gestión. ¿Cómo se controlará el tope de 100 litros por plaza en hoteles y cámpings? Claro, con las elecciones de por medio, no apetece mojarse, aunque estemos hablando de chapuzones. Tenía muy mal viso ponerle el cascabel al gato, colgar en las piscinas el cartel de «cerrado por inventario» con un verano en puertas que se augura de récord, en todos los sentidos. Pero el cortoplacismo acabará pasando factura.

Estamos cociéndonos en nuestra propia salsa dentro de un enorme caldero, chup chup. Una lectura somera de algunos titulares de prensa, aparecidos en los últimos días, da una idea de la envergadura del asunto:

  1. El turismo fortalece su peso en la economía y superará el 13% del PIB.
  2. Los pisos turísticos han crecido el 25% en un año.
  3. España desbanca al Reino Unido como principal destino de inversión hotelera en medio de una demanda boyante (Gran Bretaña ocupaba el primer lugar).
  4. La patronal turística dice que el Estado ya no puede asumir más visitantes.

Tras décadas de apostar el futuro a una sola carta, me preguntó qué sucederá cuando el cambio climático convierta España en un destino insoportable. Llama poderosamente la atención que la patronal del sector (Exceltur) esté admitiendo la posibilidad de que la gallina de los huevos de oro se ahogue por saturación. Calles y plazas atestadas. Alquileres en orgía alcista. Huella medioambiental. ¿Qué están cobrando los camareros y las ‘kellys’? Por no hablar del agotamiento de la población en lo que llaman ‘zonas tensionadas’. El metro va a reventar, y han tenido que esconder de Google Maps la línea que repecha las cuestas que llevan al Park Güell. De alguna manera, habrá que echar el freno pero, cómo decía la canción de Radio Futura, «hace falta valor, hace falta valor». Y ya estamos doctorados en la escuela de calor.        

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