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Dependemos de los océanos

La cumbre que se celebra en Barcelona evaluará si hemos retrocedido o avanzado ante un reto global

Una semana con más de 200 actos en torno al mar en Barcelona

El 11 de marzo de 2024, Greenpeace instó a los gobiernos a ratificar un tratado de la ONU para la protección de los océanos para permitir la creación de una primera área marina protegida del mundo en alta mar alrededor del famoso archipiélago de Galápagos en Ecuador

El 11 de marzo de 2024, Greenpeace instó a los gobiernos a ratificar un tratado de la ONU para la protección de los océanos para permitir la creación de una primera área marina protegida del mundo en alta mar alrededor del famoso archipiélago de Galápagos en Ecuador / ERNESTO BENAVIDES / AFP

Si alguien ajeno a nuestra civilización supiera que hemos llamado Tierra al Planeta, probablemente, se sorprendería. ¿Por qué no llamarlo Mar, si el 70% de su superficie está cubierta por los océanos? Le explicaríamos que a los humanos nos gusta tener los pies en la tierra, pero deberíamos reconocer la paradoja. No solo hay mucha más agua alrededor nuestro: dependemos del mar. Para respirar, para comer y para sobrevivir. Es algo que saben muy bien los científicos que empiezan hoy en Barcelona un congreso internacional sobre la salud de los océanos. Leonardo Da Vinci ya advirtió hace más de medio milenio que «el agua es la fuerza motriz de la naturaleza». Siempre que la acción del hombre no ponga en tela de juicio esta capacidad. Esto es precisamente lo que abordaran los expertos reunidos para evaluar el decenio fijado por Naciones Unidas para hacer frente al deterioro de los mares, en una Barcelona que multiplica su apuesta por una economía azul compatible con la preservación del medio. La conferencia tendrá que determinar si hemos avanzado o retrocedido en los principales retos que presenta la preservación de los océanos: la temperatura de sus aguas, la basura que soportan, la perdida de especies y la crisis de biodiversidad que padecen, un tema de enorme impacto teniendo en cuenta que un tercio de la humanidad depende de ellos para su sustento. 

La ONU ha adjetivado su propósito como la búsqueda de 'La ciencia que necesitamos para el océano que queremos'. Un lema que subraya la importancia de la tecnología para abordar las consecuencias de la crisis climática en todos los ámbitos, también el de los mares y océanos. Sin embargo, por poner un ejemplo, por mucho que algunos avances permitan afrontar mejor las islas de plásticos que se han formado en el Pacífico, el Atlántico y el Índico, no deberíamos atribuir a las aún hipotéticas soluciones de ingeniería ambiental capacidades demiúrgicas si no van acompañadas de la necesaria voluntad política. La sobrepesca, el vertido de plástico u otros residuos de difícil absorción y el impacto que sobre ellos tiene el cambio climático son obra del hombre. En consecuencia, solo mediante la determinación humana, es decir política, de poner fin a esta situación podremos encontrar los recursos necesarios para implementar las recomendaciones que surjan de la conferencia de Barcelona.

Lo vemos en una escala más cercana, con la erosión –a veces, auténtica desaparición– que han vuelto a sufrir muchas playas catalanas a raíz del último temporal. De poco sirve mejorar la técnica que permitirá rellenarlas de arena para afrontar la próxima temporada turística. La suma de tormentas cada vez más extremas y de la subida del nivel del mar nos coloca ante un dilema del que depende el futuro de nuestra economía. El problema debe abordarse, por lo tanto, desde una perspectiva amplia que tenga en cuenta el impacto del cambio climático en el futuro de los mares, pero también nuestro modelo de turismo y nuestro urbanismo. Griegos y romanos pensaban que los océanos eran un enorme río que circulaba alrededor del mundo. Y en gran parte lo son, con grandes corrientes oceánicas cuyo colapso podría modificar radicalmente nuestro clima. Hoy sabemos lo que son, los males que los acechan y lo mucho que les debemos. Mimarlos forma parte de nuestra supervivencia.