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La excepción vasca

Las particularidades del mapa electoral vasco impedirán hacer extrapolaciones en clave española 

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El sistema electoral vasco, una excepción consagrada en el Estatuto

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Las elecciones vascas del 21 de abril eran una de las tres inicialmente previstas en este año electoral: gallegas, vascas y europeas. El cambio de guion provocado por el adelanto de las elecciones catalanas del 12 de mayo tiene una dimensión en clave española: la cita catalana, a menos de un mes de las elecciones al Parlamento Europeo del 9 de junio, adelanta el test que afrontaba el PSOE tras su fracaso en Galicia –evaluar el coste de la amnistía y el grado la erosión por el caso Koldo– aunque en condiciones más favorables que los comicios europeos. Incluso así, tanto los resultados como el escenario de pactos posterior podría tener un impacto en la legislatura española. No es este el caso de las elecciones vascas.

Estos comicios forman parte de la excepción vasca. Así se estableció en la disposición adicional primera de la Constitución, que ampara y respeta los derechos históricos de los territorios forales, y que no solo se traduce en el régimen singular de concierto económico, sino en la propia legislación electoral. La excepción que también supone el mapa y el clima políticos vascos impide hacer extrapolaciones en clave española. Lo que está en juego es la hegemonía electoral del PNV en el campo nacionalista frente al auge de Bildu. Estamos, en primer lugar, ante un duelo entre aberzales, de centroderecha y de izquierdas, con unas intenciones de voto muy similares (entre 28 y 31 escaños según el CIS). Ambos partidos nacionalistas, en cualquier caso, se quedarían lejos de la mayoría absoluta (38 escaños). En este escenario, el PNV busca revalidar su victoria y reeditar el pacto de gobierno con los socialistas (10 escaños en la actualidad). Esta excepción vasca, además, se traduce en unos resultados distintos según el ámbito electoral. En las elecciones generales del 23 de julio del año pasado se produjo un triple empate de escaños entre PSE, PNV y Bildu (5 cada uno), con los socialistas como primera fuerza en porcentaje (25,3%), seguidos de peneuvistas (24%) y de la izquierda abertzale (23,9%). Ahora, en clave interna vasca, una parte del voto útil del PSE de las generales –se movilizó para frenar un gobierno de PP y Vox– volverá a la esfera nacionalista. El PP vasco, entre tanto, seguiría como cuarta fuerza mientras Sumar, Podemos y Vox pugnarían solo por entrar en el reparto.

La excepción vasca, en el plano programático, se concreta en el carácter singular del PNV. Se trata de un partido de centroderecha, bien conectado con los poderes económicos del País Vasco, pero que cultiva desde el gobierno una política social en sintonía con sus raíces democristianas y el peso histórico del sindicalismo nacionalista (ELA-STV). En este contexto, se explica que en la pugna por la hegemonía electoral entre el PNV y Bildu, la izquierda aberzale insista más en las políticas sociales que en la independencia. Su tesis: solo podrán promoverla si, previamente, se consolidan como partido de gobierno. Y existen, por último, otras dos excepciones vascas: los tres principales partidos han renovado a sus candidatos a presidente. El PNV ha sustituido al lendakari saliente, Iñigo Urkullu, por uno de sus discípulos, Imanol Pradales, mientras el PSE y Bildu también estrenan candidatos: Eneko Andueza y Pello Otxandiano. Y sea cual sea el resultado, nada tendrá que ver con los escenarios que dibujan quienes analizan la realidad de Euskadi como si ETA no hubiese dejado de existir.