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Sustentar esperanzas ante la crisis climática

Los hermanos Nil y Quim hacen un dibujo alusivo al cambio climático.

Los hermanos Nil y Quim hacen un dibujo alusivo al cambio climático. / MANU MITRU

El debate sobre los combustibles fósiles y las emisiones de gases de efecto invernadero, el aumento de las temperaturas y del nivel del mar, la pérdida de la biodiversidad, la necesidad urgente de no sobrepasar el límite de 1,5 grados en relación a la época preindustrial, los efectos, en definitiva, de la crisis climática que amenaza al planeta, no son solo preocupaciones de dirigentes, expertos y activistas o puntos a tratar en las cumbres sobre el cambio climático. Forman parte del día a día de niños y niñas que perciben, en función de su edad y de su propia experiencia, las dificultades enormes de un futuro que se presenta amenazador y de un presente que reclama acciones urgentes para revertir lo que el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, calificó como «infierno climático» en la cumbre de 2022 (COP27) en Sharm el-Sheikh. Fue precisamente en esa reunión internacional cuando se refirió al «bebé 8.000 millones» y pronunció una de las sentencias que calaron más hondo: «Cuando sea lo suficientemente mayor nos preguntará qué hemos hecho en esta COP27; hemos de ganar la lucha por ese bebé». Ese niño ya ha nacido, en 2024 y, como él, muchos otros crecerán entre la incertidumbre y la frustración, entre el miedo y la esperanza. 

El reportaje que publica EL PERIÓDICO nos informa de cómo afrontan la crisis climática niños y niñas, adolescentes, que ya tienen la edad adecuada para tomar conciencia de la problemática planetaria. Sus reflexiones parten tanto de las enseñanzas escolares como de la propia percepción personal, del propio entorno en el que habitan y de la urgencia de tomar medidas radicales. Es cierto que ante la información que reciben, muchas veces con tintes catastrofistas, está en alza lo que hemos venido en llamar «ecoansiedad», la conjunción de distintos factores que van desde la tristeza a la rabia, desde la impotencia a la imprescindible toma de posición para revertir los peores escenarios. Las recomendaciones de las instituciones y los expertos inciden en la necesidad de fundamentar la educación sobre la crisis a partir de tres pilares: una información adecuada y veraz, adaptada a sus conocimientos; un punto de apoyo que les convenza de que no están solos y que la ayuda mutua se presenta como innegociable, y una serie de medidas que, por pequeñas que sean, van en la línea de la conservación y la sostenibilidad

Basta con fijarse en ejemplos de vida cotidiana como la higiene personal y el ahorro energético, en el hogar y en los centros docentes, o como la conciencia de los bienes escasos, como el agua, para entender que los jóvenes quieren sentirse vivos y útiles. No solo para alejar temores, sino para sustentar esperanzas y también para sentirse partícipes de los cambios imprescindibles que los adultos tienen la responsabilidad de llevar a cabo. Son o serán líderes sociales que abogan por políticas de hechos y no de palabras huecas. Uno de los chicos que participan en el reportaje nos habla de «un mundo con fiebre». Bajar la temperatura del planeta, literalmente, no es únicamente un deber imperioso, sino una metáfora de lo que las nuevas generaciones esperan de nosotros para salvar su futuro.