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Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Los juegos de palabras de Aragonès
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El president Aragonès y los consellers Vilagrà, Mas y Torrent dirigiéndose a la reunión del Govern. / Arnau Carbonell / Govern
La exigencia de un sistema de financiación de los servicios públicos justo es bastante transversal entre los catalanes. La cuestión es que significado damos al término “justo”. En el Estatut del 2006 se estableció que justo era aquello que respetara el principio de ordinalidad, es decir que antes y después de pagar impuestos, Catalunya debía ocupar la misma posición en el ranquing de recursos disponibles para financiar los servicios públicos. El Tribunal Constitucional dictaminó que una ley orgánica como el Estatut no podía condicionar a otra ley orgánica como la de financiación autonómica. Eso lo podía hacer la Constitución para lo que era necesaria su reforma.
Otra acepción de una financiación justa es la que algunos defienden que se pacte bilateralmente entre Catalunya y la Hacienda española. Al modo del concierto vasco. Pero los constitucionalistas consideran que eso solo es posible si se reconocieran a Catalunya los derechos históricos que se reconocieron al País Vasco.
La propuesta que ha presentado el candidato de Esquerra el 12-M, Pere Aragonès soslaya lo que el Tribunal Constitucional ha descartado. Por eso habla de un “sistema singular” y de la recaudación de los impuestos para negociar la cuota de pago de los servicios del Estado que incluya también la solidaridad territorial. Veremos si con estos juegos de palabras, como mínimo, se consigue abrir paso este debate. El concepto de “Espanya ens roba” ha quedado obsoleto después de episodios como el FLA o la condonación de la deuda. Pero la realidad sigue ahí. Catalunya tiene competencias que no tienen otras comunidades, tiene que preservar dos lenguas, tiene que pagar unos precios más altos por el diferencial del coste de la vida. Tiene singularidades en una España diversa. El federalismo es una manera de conciliar estas dos realidades, pero hace falta aterrizarlo. Esquerra no debe jugar con las palabras y los socialistas no pueden limitarse a decir que el sistema debe ser igual para todos.
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