Caleidoscopio
Julio Llamazares

Julio Llamazares

Escritor y guionista. Autor de 'Luna de lobos', 'La lluvia amarilla', 'Cuaderno del Duero' y 'Atlas de la España imaginaria'.

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Un cadáver moral

Lo más escandaloso es la resignación y el silencio con los que los gobiernos asisten a esos crímenes de Rusia incluso en sus propios territorios, como acaba de ocurrir en España con el del piloto desertor Kuzmínov

El piloto ruso Maxim Kuzminov habla en una rueda de prensa en Ucrania el 5 de septiembre de 2023

El piloto ruso Maxim Kuzminov habla en una rueda de prensa en Ucrania el 5 de septiembre de 2023 / EFE

"En Rusia se suele decir: sobre los muertos o se habla bien o no se habla". Las palabras son de Serguéi Narishkin, jefe del Servicio de Espionaje Exterior de Rusia y son su respuesta a la pregunta que todo el mundo se hace sobre quién dio la orden de matar a Maxim Kuzmínov, el piloto ruso que desertó en el frente de Ucrania y que acaba de ser asesinado en Villajoyosa, en la costa alicantina, donde vivía con identidad falsa, según todo hace pensar por agentes secretos de su país. Las palabras de Narishkin han sido reproducidas por todos los medios, de lo contrario uno pensaría que pertenecen a una película de la guerra fría. Porque no se puede ser más cínico.

Aunque deberíamos estar acostumbrados ya a este tipo de manifestaciones. Tras el rosario de crímenes que desde hace años salpican las páginas de los periódicos y muchas calles y apartamentos de Rusia y de fuera de Rusia, todos deberíamos estar acostumbrados ya a las declaraciones con las que las autoridades rusas se rien del mundo defendiendo cínicamente su inocencia cuando aparece muerto un opositor a Putin y a veces ni siquiera eso. A veces, hasta se divierten jugando a decir frases dignas de los espías del cine de la guerra fría. Uno sospecha en ello cierta presunción o una venganza retardada por la caricaturización que de ellos hicieron durante años los norteamericanos en esas películas. ¿No queríais que los rusos fuésemos malísimos? Pues aquí nos tenéis.

Esta semana fue el piloto desertor Maxim Kuzmínov (“un cadáver moral”, según el mismo Narishkin, que con sus palabras dictó su sentencia de muerte) y la anterior fue el opositor al régimen de Putin Alekséi NalvalnI, quien apareció muerto en una cárcel del Círculo Polar Ártico en la que cumplía condena acusado de corrupción y de no sé cuántas cosas más. Antes ya había sobrevivido a un envenenamiento, pero esta vez, sea cuál haya sido la causa de su fallecimiento, no ha podido hacerlo. Y posiblemente la causa nunca se sabrá, pues las autoridades rusas se encargarán de que sea así. De momento, el cadáver de NavalnI está en un lugar secreto, sin que su familia sea autorizada a verlo.

Lo más escandaloso de todo es la resignación y el silencio con los que los gobiernos de todo el planeta asisten a esos crímenes de Estado, incluso cuando se producen en sus propios territorios, como acaba de ocurrir en España con el del piloto desertor Kuzmínov. Preguntada la portavoz del Gobierno español por él, se ha limitado a decir que todo lo que conocen del tema es lo que ha publicado la prensa, sin precisar si van a pedir explicaciones al Gobierno ruso, ya sea directamente, ya sea llamando a su embajador a consultas, que es lo que se suele hacer cuando menos en casos así. Lo que se demuestra con ello es que van a correr un tupido velo sobre el asunto, puesto que le tienen miedo a Rusia y a su presidente. Es como cuando en el colegio todos le temen al matón del patio y miran hacia otro lado cuando se sobrepasa con alguien para no tener que enfrentarse a él.

En cualquier caso, lo que más llama la atención en este asunto es la falta de respuesta de la opinión pública internacional, que en cambio sí se manifiesta ante otros crímenes de Estado como los que se están produciendo en Palestina o en cualquier otro lugar del planeta. Como si lo que sucede en Rusia o con los ciudadanos rusos no nos concerniera a todos también, siquiera sea por su dimensión moral.