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Àngels Fitó

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Rectora de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC)

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Licencia para transgredir

No sabemos hacia dónde nos llevará el cambio, pero sí que conocemos los ingredientes de la receta para encarar el futuro, característicos del doctor Ferraté: lucidez, creatividad y convicción

Muere Gabriel Ferraté, rector de la UPC y fundador de la UOC

Mi Gabriel Ferraté

Campus de la UOC de Can Jaumandreu en Barcelona

Campus de la UOC de Can Jaumandreu en Barcelona / Universitat Oberta de Catalunya (UOC)

La reciente desaparición del doctor Gabriel Ferraté ha provocado un reconocimiento público unánime a su trayectoria personal y profesional. Esta gratitud ha sido especialmente percibida dentro de la comunidad académica y científica, como se pudo comprobar tanto en los diferentes obituarios publicados como en los minutos de silencio que, en justo homenaje, se le dedicaron en diversas de las muchas instituciones donde dejó su huella.

Una pérdida muy sentida invadió la UOC, de quien fue fundador en 1995 y rector durante un decenio. Treinta años después, aquella pionera universidad en línea paraba en señal de luto su campus virtual donde hoy estudian cerca de 90.000 estudiantes y donde ya se han graduado más de 120.000 personas. Siendo la primera universidad catalana en número de estudiantes y la primera del estado en estudiantes de tercer ciclo, la UOC acoge hoy al 43% de estudiantes con alguna discapacidad certificada de Catalunya, y actúa con capilaridad territorial, con un 20% de su alumnado conectado desde poblaciones de menos de 10.000 habitantes, y con vocación global, con más de 3.500 estudiantes en catalán en todo el mundo y con 5.600 personas de más de 130 países que se forman en nuestras más de 80 titulaciones oficiales.

Este salto de magnitud ha sido posible porque, entre otras cosas, hemos sabido mantenernos fieles a los principios fundacionales establecidos por el rector Ferraté, proyectando una universidad que, haciendo el mejor uso de su mandato público, quiere ser referente en una formación a lo largo de la vida, inclusiva, de calidad y transformadora para las personas, las organizaciones y el mundo.

Pero, respecto al legado recibido, nos exige rehuir del conformismo y apostar por la evolución de lo que funciona y la revolución de lo mejorable. Los actuales cambios tecnológicos, económicos y sociales hacen tambalear las bases de la educación y generan nuevas y masivas necesidades formativas. Parece evidente que, ante nuevos desafíos, hay que repensar y repensarse, y lo hacemos a partir de tres rasgos característicos del pensamiento y el comportamiento del doctor Ferraté: la lucidez, la creatividad y la convicción.

Lucidez

La magnitud y la complejidad de los retos actuales –sociales, económicos, ciudadanos, laborales, tecnológicos y educativos— piden movilizar todo el conocimiento posible, sea donde sea que se encuentre. Es imprescindible consolidar un ecosistema de conocimiento permeable y competitivo, donde la universidad haga de catalizador de este saber compartido. Así, necesitamos orientar nuestra actividad de investigación y transferencia hacia los grandes retos sociales, y hay que hacerlo con vocación de transdisciplinariedad –desdibujando los límites disciplinarios— y de traslacionalidad –acercando los descubrimientos a la ciudadanía—. Solo a través de una ciencia abierta, entendida como instrumento democratizador, podremos combatir la desinformación y generar confianza.

Creatividad

La evolución de la UOC va estrechamente ligada a la evolución de la tecnología. Si el internet incipiente de hace treinta años permitía imaginar la primera aula virtual del mundo, hoy tecnologías como la Inteligencia Artificial (IA) ser convierten en una clara oportunidad para redefinir los engranajes de nuestro modelo educativo y la convivencia de estudiantes con perfiles y expectativas cada vez más diversos. Si sabemos orientar su potencialidad y complementariedad, la tecnología puede favorecer el acceso, la personalización, la flexibilización, la trazabilidad, la certificación y la mejora de la experiencia educativa de una ciudadanía competente y a la vez consciente de sus oportunidades y riesgos.

Convicción

La educación superior sufre un contexto de hiperregulación, de infrafinanciación y de incentivos sesgados desincentivadores de cualquier cambio de estrategias, dinámicas, capacidades y estructuras. Y, aun así, estas transformaciones resultan imprescindibles ante desafíos como la desigualdad, la transición digital y ecológica o la evolución de la demografía. Estos escenarios intensifican la necesidad de dar cobertura a un aprendizaje a lo largo de la vida que permita, por ejemplo, conectar y flexibilizar ciclos y programas, promover la movilidad e hibridar conocimientos, responder a las a necesidades individuales mediante acompañamiento pedagógico y profesional y agilizar los procesos internos.

Ahora hace treinta años, el mandato público de garantizar una educación de calidad a lo largo de la vida sin limitaciones cristalizó en una iniciativa singular, que no encajaba con los marcos existentes. Por eso, entonces se otorgó al equipo fundador licencia para transgredir. Hoy volvemos a necesitar una nueva disrupción y la UOC está dispuesta. Porque somos y queremos ser sistémicos, porque queremos ser parte de la solución colectiva y porque tenemos el convencimiento firme, renovado y compartido de que el propósito está vivo y el instrumento es el adecuado. De hecho, el mismo rector Ferraté ya lo intuía en una de sus últimas entrevistas: “como el mundo está cambiando, la UOC seguramente también lo hará”. Evidentemente, no sabemos hacia dónde nos llevará este cambio, pero sí que conocemos los ingredientes de la receta para encarar el futuro: lucidez, creatividad y convicción. Con esta tríada, la primera universidad en línea del mundo quiere continuar siendo referente para las personas, el país y el mundo.