Independentismo
Álex Sàlmon

Álex Sàlmon

Periodista. Director del suplemento 'Abril' de Prensa Ibérica.

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El interés de Putin por Catalunya

La investigación que está impulsando la Unión Europea ha obligado a Carles Puigdemont a dar explicaciones. No era lo mismo hablar de Rusia en 2017 que en 2024

Rusia envió a Barcelona al menos a siete espías de la inteligencia militar durante el 'procés'

El juez archiva la investigación por una operación mercantil de la trama rusa del 'procés'

El presidente ruso, Vladímir Putin, durante la rueda de prensa de este jueves en Moscú.

El presidente ruso, Vladímir Putin, durante la rueda de prensa de este jueves en Moscú. / ALEXANDER ZEMLIANICHENKO / POOL / REUTERS

Es gracioso como el independentismo se ha mofado siempre de cualquier tipo de información que relacionara al ‘procés’ con la inteligencia rusa de Putin. De inmediato, al oír la relación se sigue escapando una risotada que desmonta, en según qué audiencias, cualquier argumento posterior.

El tema no es sencillo. Entre los que consideran que es una idea de Perogrullo y los que quieren imaginar una confabulación exagerada, los hechos se esfuman y queda un relato que se acerca a una ficción apasionante para un texto literario, pero que solo se puede aceptar con hechos en un artículo periodístico.

Lo cierto es que, como informaba el lunes EL PERIÓDICO, al menos siete espías de la inteligencia militar rusa visitaron Barcelona coincidiendo con tres momentos importantes del relato del ‘procés’: la consulta del 9-N en 2014, el famoso 1-O en 2017 y los días cercanos al anuncio de la sentencia, en 2019.

Está documentado que Carles Puigdemont mantuvo durante aquellos días reuniones con un empresario ruso, Alexander Dmitrenko. También que Elsa Artadi fue enviada. por el propio entonces president, a hablar de criptomonedas con un emisario ruso. En sede judicial, la secretaria general de coordinación interdepartamental de la Conselleria de Economia durante aquellos días confirmó esas reuniones en el Hotel Colón, pero también añadió que no sabía en realidad qué querían. Sí concretó que el interés orbitaba en relación con qué quería hacer la Generalitat sobre criptomonedas. La propia Ardadi aseguró que su respuesta fue un rotundo “nada”. Pero esa reunión existió. Puede que hasta fuera el motivo de su marcha de la política.

Las pruebas fehacientes demuestran que hubo relación. Sin embargo, es cierto que la duda que late detrás de todo esto es de quién partía en realidad el interés. La extrañeza radica en la dificultad que tienen algunos integrantes del ‘procés’ en explicarlo.

Se cuenta de que los viajes que hizo una de las personas más cercanas a Puigdemont, Josep Lluís Alay, fue para la elaboración de un libro que estaba escribiendo. Y ahí queda la cosa, y hasta genera cierta risa. Pero las fechas en que se produjeron no parecen el mejor momento para ese tipo de tareas.

La cuestión fundamental es: ¿fue Catalunya o en realidad fue Rusia quien estaba interesada en acercarse a dirigentes independentistas? El punto de vista cambia considerablemente.

Cuando algunos comentaristas de la época hablaban de que la independencia de Catalunya encontraría respaldo en foros internacionales debían referirse a todos aquellos países que observaban el fenómeno como una oportunidad de liarla. Porque todo lo que ocurrió transcurría por un campo repleto de minas, la mayoría sin carga, y sin un objetivo preciso.

La investigación que está impulsando la Unión Europea ha obligado a Carles Puigdemont a dar explicaciones. No era lo mismo hablar de Rusia en 2017 que en 2024. Veremos ahora un cambio de estrategia por la gravedad de las acusaciones. En la UE cosas así no pueden ventilarse con unas risas.         

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