El trasluz
Sin pensarlo
De un tiempo a esta parte, escucho con frecuencia la expresión “probado en ratones” que, vaya usted a saber por qué, me ha recordado a la de “anunciado en TV”
Juan José Millás
Escritor.
Hasta hace poco, la expresión “anunciado en TV” era sinónimo de calidad de un producto. De modo que estabas en el supermercado buscando un champú y de repente se te aparecía uno bajo ese rótulo: “Anunciado en TV”. Y tú, si el champú era de los de anticaída, caías, paradójicamente, y te lo llevabas. ¿Por qué? Por el prestigio que daba haber salido en la tele y porque una empresa que se gastaba una pasta en la publicidad más cara del mercado debía de ser una empresa solvente, etcétera. Hace tiempo que ese reclamo desapareció, cabe suponer que porque salir en la tele es una mierda. Ya no se ven anuncios con impacto. Son tan malos de hecho que cuando un programa se va a publicidad nos invitan a marcharnos. “Volvemos en siete minutos”. Quieren decir con ello que los siete minutos que vienen a continuación son basura.
De un tiempo a esta parte, escucho con frecuencia la expresión “probado en ratones” que, vaya usted a saber por qué, me ha recordado a la de “anunciado en TV”. Poseen un ritmo parecido, son como dos versos del mismo poema:
Anunciado en TV
y probado en ratones.
Lo de “probado en ratones” se suele referir a medicamentos contra el cáncer o contra la obesidad o contra el Alzheimer, incluso contra la caída del cabello, que han funcionado bien en roedores. No he visto ningún ratón alopécico, pero quizá existan, pobres, y debe de ser una cruz andar como desnudo por la vida.
“Probado en ratones”, pues. Siempre me detengo ante este sintagma. Los ratones le han quitado el prestigio a la TV. Si algo funciona en ellos, es seguro que funcionará en nosotros. El problema es el salto, que no se acaba de producir jamás. Entiéndanme: sí se produce. La mayoría de los fármacos que tomamos para la tensión o para la ansiedad han sido testados previamente en esos pequeños mamíferos con los que tanto tenemos en común. Lo que ocurre es que jamás he visto el salto entre el uso en ratones y el uso en humanos. Es como si entre una cosa y otra se fueran a publicidad. De todos modos, si un día, en la farmacia, viera un medicamento del que se anunciara que había sido probado en ratones, me lo llevaría a casa sin pensarlo. Como el champú “anunciado en TV”.
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