Año electoral determinante

El asalto a los cielos de la extrema derecha

Explota la incertidumbre y se alimenta del miedo de los más vulnerables. Instrumentaliza heridas abiertas en nuestra sociedad, pero lejos de proponer soluciones, lanza sal sobre ellas para multiplicar sus votos

El primer ministro húngaro, Viktor Orban, y la italiana, Giorgia Meloni, durante una cumbre en Bruselas.

El primer ministro húngaro, Viktor Orban, y la italiana, Giorgia Meloni, durante una cumbre en Bruselas. / Olivier Hoslet / Efe

Javi López

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En Europa, de nuevo, soplan vientos en favor de la extrema derecha. Su espacio electoral ha crecido durante la última década, pero en el último ciclo electoral está cosechando especialmente buenos resultados y multiplicando su influencia y poder. Lo vimos en Italia, Suecia y Finlandia y lo hemos constatado en Holanda y Argentina. Ahora prepara su asalto a los cielos de Bruselas.

El 2024 será un año electoral determinante para la democracia en ambos lados del Atlántico. En Europa, corremos el riesgo de desnaturalizar o vaciar el proyecto de integración por la influencia de la extrema derecha, una decisión que tendría un impacto global. La mayoría de los conservadores han decidido levantar sus líneas rojas y se ha instalado una dinámica de cooperación con la extrema derecha que pretenden imponer en la UE.

Para enfrentarnos a todo ello, lo primero que debiéramos reconocer es que las democracias no disponemos de manual para enfrentarles. No existe una guía clara con indicaciones sobre cómo minimizar su impacto electoral y relevancia social. Sin embargo, sí que hemos aprendido algunas lecciones y tenemos algunas certezas e intuiciones sobre la naturaleza de este fenómeno: sabemos de qué se nutre y conocemos sus mensajes, cómo opera y cómo gana influencia.

La extrema derecha se aprovecha de las grietas de nuestros sistemas democráticos, proclama visibilizar a aquellos que se sienten excluidos del sistema y actúa como un vehículo para la ira y el resentimiento. Explota la incertidumbre y se alimenta del miedo de los más vulnerables. Instrumentaliza heridas abiertas en nuestra sociedad, pero lejos de proponer soluciones, lanza sal sobre ellas para multiplicar sus votos.

La nueva derecha radical funciona como freno de mano electoral ante los cambios y avances que se están produciendo: desde las políticas de género hasta la inmigración, pasando por la acción climática, negando consensos científicos básicos sobre todo ello. Apela a una nostalgia de un pasado imaginario y lo combina con el furor identitario, el más efectivo paraguas emocional. Lo combina con discursos disruptivos que operan eficazmente en los algoritmos y la dopamina instantánea que ofrecen las redes sociales.

La extrema derecha siempre es efectiva en intoxicar la conversación pública y el comportamiento del resto de actores políticos. Su mayor logro ha sido conseguir importantes alianzas con una derecha tradicional en retroceso. Ese ha sido el más peligroso cambio que nos deja el último ciclo electoral en Europa. Normalizar su presencia en las instituciones y su impacto en el diseño de políticas públicas. Aquellos conservadores que pretenden domar este tigre para obtener parcelas de poder pueden acabar devorados por su propio cortoplacismo.

En Bruselas, una parte del PP europeo, encabezada por su líder, Manfred Weber, querría rehacer los equilibrios políticos importando los acuerdos que ya vemos en varias capitales entre conservadores y extrema derecha. Un aprendiz de brujo que tiene en Alberto Núñez Feijóo uno de sus grandes aliados para amplificar su estrategia. Ese juego de poder podría envenenar al proyecto europeo, mover su centro de gravedad a la derecha y acabar con el sano equilibrio de fuerzas basado en la cooperación entre socialistas, liberales y cristianodemócratas presente desde su creación. Esa será la verdadera decisión de las elecciones europeas de junio de 2024.

Al mismo tiempo, la socialdemocracia no solo llama a parar los pies a la extrema derecha. Propone hacer frente a las causas estructurales de su auge y mejorar sustancialmente las condiciones laborales y de vida de la ciudadanía. Es necesario acompañar los profundos cambios que se están produciendo en nuestra sociedad, desarrollar amortiguadores que minimicen y compensen sus consecuencias y generar mecanismos de protección y certidumbre frente a discursos del odio que normalizan la violencia.

De todas las democracias avanzadas el gobierno que se ha demostrado más efectivo en esta agenda contra la extrema derecha con una emotividad constructiva y una potente agenda social ha sido el Gobierno de España. Esto lo reconocen hoy los progresistas de toda Europa, y su fuerza será nuestra gran aportación para las próximas elecciones europeas, unas elecciones cruciales para el futuro de Europa.