Los valientes del teatro
El riesgo y la modernidad escénica no pasan solo por la provocación -inherente al arte-, sino por algo mucho más atrevido, profundo e imperecedero: la dramaturgia
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'Al final, les visions' / Kiku Piñol
No hay disciplina artística que pueda sobrevivir sin nueva creación. El arte, necesita explicar en presente nuestros temores, emociones y conflictos para que nos reconozcamos en ellos. La literatura, la música, el cine y por supuesto el teatro son el espejo que nos devuelve lo que somos en unos casos y lo que rehuimos ser, en otros.
Sin embargo, durante años la programación teatral en Catalunya se ha obsesionado por revisitar, adaptar y reformular autores clásicos, adornando textos de Shakespeare con música de los Chichos o recreando textos de Pinter a ritmo de techno. Espectáculos pretendidamente rompedores que olvidan que el riesgo y la modernidad escénica no pasan solo por la provocación -inherente al arte-, sino por algo mucho más atrevido, profundo e imperecedero: la dramaturgia.
Hay que ser valiente para escribir hoy teatro. Los nuevos dramaturgos y dramaturgas protagonizan la auténtica revolución cultural. Ellos escriben hoy los clásicos de mañana y además, los estrenan por medio mundo. Lástima que su valentía contraste con el escaso apoyo de los programadores teatrales.
Mientras en Europa o en Latinoamérica esperan y celebran los textos de Marta Buchaca o Llàtzer Garcia, aquí les programan esporádicamente: si acaso un ciclo incluído en la programación de un gran festival o algunos días aislados y sin apenas promoción en una sala grande. Los programadores de los grandes teatros reconocen el talento de los nuevos autores, pero no hacen nada por facilitar al público su descubrimiento.
Sin salas como la Beckett, obrador internacional de dramaturgia y referente para nuevos creadores y públicos, la Flyhard, laboratorio de atrevidas propuestas, o el Tantarantana fiel en su compromiso con la nueva creación, la nueva dramaturgia sería más bien inédita ante la imposibilidad de estrenarse nunca. Nos habríamos perdido autores como Oriol Puig Grau, Marta Aran, Elna Roca, Israel Solà o Xavi Buxeda.
El teatro tiene un público, pero es urgente que haya un nuevo público que tenga teatro. Un nuevo teatro.
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