Una muy mala digestión
Sánchez solo logró aprobar dos de los tres decretos-ley que presentaba, pero lo peor es que, a la primera de cambio, se tambaleó la mayoría necesaria para gobernar
Joan Tapia
Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.
Un buen columnista de El Confidencial escribía el viernes que hay que admitir que Sánchez siempre gana, igual que llueve cuando acabas de lavar el coche. Un poco simple, pero... Y Sánchez dice “está bien lo que bien acaba”. ¿Aprobar solo dos de los tres primeros decretos-ley de la legislatura? ¿Y que el derrotado fuera por la guerra entre la vicepresidenta Yolanda Díaz y cinco diputados de su lista electoral? Vale, culpa de Yolanda.
Pero lo realmente preocupante y perturbador fue que durante más de media sesión JxC aseguró que tumbaría los tres. Hubo investidura para que no gobernara el PP con Vox, pero a la primera de cambio no había mayoría para gobernar. Puigdemont vetaba y Pablo Iglesias decía 'no' a Yolanda Díaz. La vicepresidente segunda confesó: “Así no se puede gobernar”.
Pero ya bien pasada la hora del almuerzo todo cambió tras una conversación telefónica entre Puigdemont y Santos Cerdán, secretario de organización del PSOE, con el ministro Bolaños pegado al teléfono. JxC no participaría en la votación para que los decretos pasaran a cambio de concesiones relevantes y pirotécnicas que hasta entonces habían sido inasumibles. Desde la bajada del 5% al cero del IVA del aceite de oliva a la supresión de un artículo de la ley judicial y, aún más espectacular, de la cesión a Catalunya de las competencias íntegras sobre migración, incluida (según Turull) la potestad de expulsar inmigrantes ilegales y delincuentes.
Sánchez sobrevivía, pero pagaba un alto precio por el dantesco espectáculo. ¿Se puede seguir así? Voces oficiosas dicen: “Esto no puede volver a pasar”. Un votante socialista catalán, clase media, me envía un Whatsapp: “El Parlamento de la cuarta economía europea no puede ser un zoco oriental. ¡Qué vergüenza!”. Y una exdiputada socialista (sanchista): “El PSOE debe replantear su estrategia, se puede perder una votación por importante que sea, pero perder la dignidad es irrecuperable”.
Ambos tienen razón y además lo de las competencias sobre inmigración ha abierto la caja de los truenos: ERC se ha irritado, Urkullu, que tiene elecciones, ha exigido que Euskadi no sea menos, y el Gobierno ha ofrecido lo mismo a las comunidades que lo pidan. Pero, ojo, también dice que eso exige una ley orgánica con mayoría absoluta (176 votos) a favor y concretar los detalles. Un lío más que abre la puerta a más líos.
¿Es sostenible sobrevivir perdiendo coherencia de forma habitual? Además, continuar así es imposible salvo que Puigdemont se convierta -como San Pablo- porque los otros socios, no solo ERC, no pueden admitir ante sus electores una especie de vicepresidente en la sombra (pero bien visible), con poder de veto y sin ningún deber.
Será muy complicado seguir así porque los otros socios de la investidura -sobre todo ERC- no podrán admitir el poder de veto de Puigdemont que se visualizó el miércoles. Y la guerra de Podemos contra Yolanda Díaz complica la política económica y social
El Gobierno puede estar ante un laberinto sin salida. Ningunear a Puigdemont sería ir a un Ejecutivo en minoría que no podría ganar ninguna votación. Comparativamente, la legislatura terminal de Felipe González habría sido el paraíso terrenal. Y seguir con el método Puigdemont-Santos Cerdán exigiría continuos saltos mortales... y milagros sucesivos. Pero Sánchez es resiliente. Pregunto a un exfontanero con galones. Gruñe, pero cree que sí. Habría que evitar al máximo los decretos-ley que se prestan a todos los chantajes en el último minuto, siempre que sea posible gobernar por decreto desarrollando leyes, tramitar pocos proyectos de ley, que se negocian con tiempo y que pueden retirarse en caso de desacuerdo. ¿Y el presupuesto? Cree que acabaría saliendo porque caso contrario el Gobierno no podría seguir y Puigdemont tiene que mantenerlo vivo por la ley de amnistía que, pese a las enmiendas del PP, casi no tuvo protagonismo.
Lo del miércoles tiene una muy mala digestión. En el caso de que sea digerible y no acabe en desenlace fatal. España votó en julio y quedó claro que era imposible un Gobierno de la derecha más la extrema derecha. Ahora el pacto Súper-Frankenstein tropieza a la primera. ¿Se puede gobernar España sin algún acuerdo de las dos Españas (la de derechas y la de izquierdas) y que no implique negar la Constitución que, bajo observación militar, consagró “las nacionalidades y regiones”?
¿Otras elecciones anticipadas -con el paréntesis de meses que comportaría- desempatarían (algo bien) la división de los dos bloques?
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