
Profesor emérito de Esade (URL)

Josep M. Lozano
Josep M. LozanoProfesor emérito de Esade (URL)
Profesor emérito de Esade (URL)
Objetivos de desarrollo interior
Se trata de poner el foco en aquellas capacidades y cualidades personales sin las cuales los cambios que vemos necesarios no serán posibles

Leonard Beard / Leonard Beard
Los pasados 11 y 12 de octubre tuvo lugar en Estocolmo el lanzamiento de los llamados Objetivos de Desarrollo Interior (IDG). Fue una reunión en la que participaron personas provenientes de todo tipo de organizaciones sociales, empresariales, políticas e institucionales. En un tiempo en el que todos vivimos angustiados por las tensiones y riesgos que vemos en el mundo puede parecer algo frívolo preocuparse por el desarrollo interior. Sin embargo, la asunción que subyace a estos objetivos y los justifica es exactamente la contraria.
Porque, efectivamente, somos plenamente conscientes de que el mundo va de mal en peor, que cada vez tenemos más información sobre cómo y a qué velocidad se incrementan los desequilibrios sociales y planetarios, y sobre la rapidez con la que nos adentramos en terrenos inexplorados en los que nadie puede pretender que, por mal que vayan las cosas, a él no le afectarán. No es extraño, por ejemplo, que se hayan propuesto internacionalmente unos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), donde se recogen ámbitos en los que nos es imprescindible actuar en tanto que humanidad, y con la conciencia de que ninguno de ellos se puede alcanzar separadamente de los demás.
En ese contexto los IDG se proponen no como una frivolidad sino como una necesidad. ¿Por qué? Sencillamente, porque ya tenemos -también- suficiente evidencia de que los cambios estructurales que nuestras sociedades necesitan no pueden llevarse a cabo sin conversiones personales sustantivas. Que no podremos afrontar los riesgos de la sostenibilidad sin modificar actitudes personales y transformar también formas de entender la vida y a nosotros mismos. Se trata de poner el foco en aquellas capacidades y cualidades personales sin las cuales los cambios que vemos necesarios no serán posibles. Y también sabemos que estamos hablando de dimensiones personales, emocionales y vitales que van más allá de lo que se enseña en escuelas y universidades. Necesitamos el reconocimiento de que, desde esta perspectiva, las organizaciones e instituciones son también espacios educativos y de aprendizaje, entre otras razones porque también sabemos que el desarrollo humano no es patrimonio de una etapa de la vida. De lo contrario, no haremos más que colonizar el futuro desde nuestras mentalidades limitadas de hoy. Si convertimos nuestros horizontes mentales en una pecera autosuficiente, todo lo que imaginaremos será hacer una pecera mayor y mejor.
Los IDG se agrupan en cinco grandes apartados de competencias, capacidades y actitudes humanas y vitales: no son asignaturas escolares. Se refieren a lo que denominan ser (las relaciones con uno mismo); pensar (capacidades cognitivas); relacionarse (cuidar a los demás y al mundo); colaborar (capacidades sociales); y actuar (impulsar el cambio). Quedar claro, pues, que cuando los IDG hablan de interior no se refieren a un individuo encerrado en sí mismo o desconectado: solo crecemos como personas a través de las relaciones y los vínculos. Interior significa relación con uno mismo y apertura hacia la presencia íntima que nos habita; significa humildad y capacidad de dar sentido en la relación con los demás; significa coraje, confianza y perseverancia en la relación con los retos del entorno.
El riesgo en el que nos encontramos hoy, en medio de una crédula apoteosis tecnológica y de una proliferación de conflictos impredecibles, es el de colonizar el futuro desde mentalidades débiles, conciencias distraídas y vidas desarraigadas. No habrá desarrollo sostenible sin desarrollo interior. Y viceversa. La pretensión de omnipotencia solo nos conduce a una mayor vulnerabilidad y a la construcción de sofisticadas estructuras de desconexión mutua. Nos equivocaríamos si solo quisiéramos incrementar nuestra capacidad de gestionar contenidos sin mejorar nuestras capacidades de cuidar los contextos vitales. Los IDG parten de la asunción de que los humanos podemos y anhelamos crecer en humanidad, y que podemos regenerar lo que nos permite reencontrarnos en nuestra humanidad compartida. Pero, además, dan nombre, objetivos, criterios y referencias concretos para desarrollar día a día esta asunción. En todas partes y en todo tipo de marcos institucionales.
En un mundo cada vez más agrio, inhóspito y desesperanzado algunos pueden pensar que hablar de desarrollo interior es extemporáneo. Sin embargo, otros pensamos que es imprescindible.
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