ASUNTOS PROPIOS

Eyal Press, reportero de 'The New Yorker': "Hay trabajos moralmente sucios"

En el ensayo 'Trabajo sucio' explora oficios 'esenciales', realizados lejos del ojo público, en los que los empleados contravienen sus principios éticos

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Eyal Press

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Núria Navarro

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En los años 60, el sociólogo Everett Hughes se preguntó por el papel de la "gente de bien" alemana en el Holocausto y se dio cuenta de que quienes hicieron el "trabajo sucio" actuaron, en alguna medida, como agentes de los demás, que preferían no saber. Unos 60 años después, el periodista Eyal Press, de la escudería de la revista 'The New Yorker', se ha interrogado sobre quiénes se encargan de las faenas esenciales que nos repugnan pero que consentimos. El resultado es 'Trabajo sucio' (Capitán Swing), en el que no solo aparecen el empleado de matadero o el carcelero. También el operario de plataforma petrolífera y el ingeniero de Google.

¿Qué entiende por 'trabajo sucio'?

Es un trabajo que no es físicamente sucio –o no solo– sino que es moralmente sucio, que cruza de forma rutinaria líneas éticas con la aprobación tácita de la sociedad. Un trabajo que se oculta a la vista, pero que se perpetúa con el apoyo de empresas y gobiernos.

Sorpréndame con un ejemplo.

En la base aérea de Creech, a 64 kilómetros de Las Vegas, trabajan unos 900 operadores de drones, que, 'joystick' en mano y en nombre de la guerra contra el terrorismo, perpetran masacres en puntos remotos del planeta, sin pisar un solo campo de batalla. Al acabar la jornada, en 40 minutos están en el Strip, en una atmósfera estridente de neones y turistas. Algunos de ellos me hablaron de daño moral. Muchos se divorcian, alguno se suicida.

"Los pilotos de drones pasan a diario de perpetrar masacres en lugares remotos a ver los neones del Strip de Las Vegas"

El programa de drones se expandió durante la Administración Obama.

Lo han respaldado demócratas y republicanos, con el consentimiento de la ciudadanía. Es un trabajo oculto que retiró la realidad de la guerra del debate público. 

Lo que ocurre en los mataderos de animales para el consumo sí se sabe.

En EEUU la mayoría no quiere que la carne que llega a su mesa provenga de una empresa que trata a los animales con crueldad. Pero en las etiquetas no se dice nada de las lesiones, humillaciones y vergüenza que experimentan los trabajadores de esas empresas, situadas en lugares que no se ven. Gente racializada, inmigrantes, pobres. Y los defensores de los derechos de los animales les dicen que cualquiera que sacrifique miles de animales a diario son cómplices de un sistema cruel.

"Las etiquetas de los envases no se dice nada de las lesiones, humillaciones y vergüenza que experimentan los trabajadores del matadero"

También ellos son percibidos como 'sucios'.

Absolutamente. Hacen algo que la gente no quiere ver. Otro ejemplo son los empleados de los centros penitenciarios de EEUU que aplican o ven aplicar el 'tratamiento de la ducha' o patear las costillas de internos con trastornos psiquiátricos graves. La sociedad los estigmatiza. Hubo un gran debate sobre Guantánamo y Abu Ghraib, porque la suciedad se hizo visible, aunque acabaron castigando a la soldado Lynndie England y no a Bush, Wolfowitz o los señores bien pagados que diseñaron el programa de torturas.

No solo habla de peones o subalternos. También de ingenieros informáticos.

Lo que une a un empleado de matadero con un ingeniero de Google –que entró sintiendo orgullo de estar en una empresa 'limpia', que expandía el acceso al conocimiento, pero que hoy sabe cuál es el potencial destructor de la tecnología– es la herida moral. Es la que se produce cuando presencias algo que viola tus valores morales esenciales y que provoca asco e inseguridad.

"Dentro de unos años diremos que quienes facilitaron y pensaron en cómo sacar dinero de la IA hicieron un trabajo sucio"

Puede que, en alguna medida, pase en muchos trabajos.

El concepto de herida moral se aplicó inicialmente a los soldados que sirvieron en Afganistán e Irán y no digerían lo que habían visto y hecho. Pero existe entre los médicos, no solo en los que tuvieron que elegir entre quién vivía y quién no durante la pandemia, también en un sistema de salud que solo está pendiente de los beneficios. Hay incomodidad moral en el periodista, que cubre noticias catastróficas y vuelve al confort, o que explica historias de gente sin saber cómo afectará la publicación a sus vidas. Y cuando dentro de unos años pongamos el retrovisor, diremos que quienes facilitaron y pensaron en cómo sacar dinero de la IA –cuyas consecuencias potencialmente dañinas se empiezan a vislumbrar– diremos que hicieron un trabajo sucio.

Usted nació en Israel. ¿Los soldados de Netanyahu hacen trabajo sucio en Gaza?

Hay mucha gente decente en Israel que experimenta una ambivalencia parecida a la que percibió Hughes en la Alemania de posguerra. Dicen: "Lo que ocurre en Gaza no me parece bien, pero puedo seguir con mi vida sin darle muchas vueltas". Los mandatos colectivos pueden perpetuar injusticias gravísimas.

"Hay mucha gente decente en Israel que experimenta una ambivalencia parecida a la que percibió Hughes en la Alemania de posguerra"

Solo que la "ambivalencia" se da en un pueblo que sabe qué fue el Holocausto.

Yo estoy muy influenciado por Primo Levi, especialmente por su ensayo 'La zona gris'. Él escribió que el crimen más demoniaco de los nazis no fue el Holocausto, fue la subcontrata de la gestión de los campos de exterminio a los mismos prisioneros. Presenciar eso fue demoledor para su alma, porque le hizo darse cuenta de que ser víctima no te convierte en inocente. No le habría sorprendido ver que de las cenizas del Holocausto haya surgido una solución tan injusta.

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