El trasluz
Juan José Millás
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¡Vuelve!

Me telefoneó un amigo al que su mujer acababa de abandonar

Las llamadas 'spam' siguen vivas pese a su prohibición por ley

Las llamadas 'spam' siguen vivas pese a su prohibición por ley

Me telefoneó un amigo al que su mujer acababa de abandonar. Estuve a punto de no atender la llamada porque Rodolfo, que así se llama, es un pesado, pero yo siempre respondo (no me canso de decirlo) por si es Dios el que llama. Llevo toda la vida esperando esa llamada. Dirán ustedes que Rodolfo no podía ser Dios, pero lo cierto es que Dios se puede presentar bajo cualquier apariencia, incluso bajo la de un teleoperador. Por eso respondo también a los teleoperadores y hablo con ellos el tiempo preciso para comprobar que solo me quieren vender algo, que nunca es, por cierto, la vida eterna. En esta ocasión, Rodolfo resultó ser Rodolfo. Dijo que yo era el primero al que llamaba, lo que sin duda era mentira. Habría sido más correcto decir que era el primero que le atendía. Bueno, su mujer se había ido de casa.   

-Se va todos los meses -le recordé yo para ayudarle a relativizar la pérdida.   

-Pero esta vez se ha ido en serio.   

-Siempre se va en serio -insistí.   

Rodolfo se quejó de la poca atención que los amigos prestábamos a sus problemas conyugales.   

-Dime algo que me sea útil -reclamó al fin.   

-Toma por una vez la iniciativa -le sugerí-: desaparece tú antes de que vuelva. Colgué y a las dos horas llamaron a la puerta. Era Rodolfo, que venía a instalarse en nuestra casa.   

-Solo un par de días -aseguró.   

Aunque Rodolfo es más amigo mío que de mi mujer, se lleva mejor con ella que conmigo, de modo que se instaló en la habitación de invitados sin resistencia alguna (soy poco peleón). Para pagarnos de algún modo la hospitalidad, se hizo cargo de las comidas, pero cocina fatal y tirábamos sus guisos a escondidas. A los cuatro días, su mujer volvió a casa y, al no verle, le llamó al móvil para ver dónde estaba. Después le amenazó con cambiar la cerradura si no regresaba en 24 horas.   

-¿Qué hago? -nos preguntó.   

Vuelve! -le gritamos al unísono.