Guerra a la miseria mental
Alfonso Guerra forma parte de una España que aún vive en ese paisaje de los chistes vulgares, xenófobos y machistas, y que no es exclusiva de la derecha extrema
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Alfonso Guerra en 'El Hormiguero' / Antena 3
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Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
De todas las nostalgias, la más traicionera debe ser la nostalgia de los políticos. El contraste entre el recuerdo personal de su legado y la imagen que de ellos tiene la sociedad no suele coincidir. El peor momento es cuando, lejos de la vida pública, el político regresa con aires de salvapatrias para avisar y aconsejar, como si el mundo no pudiera vivir sin él. Entonces vemos que la vergüenza ajena que nos hace sentir es lo único que le ha sobrevivido. Pienso en Alfonso Guerra y sus recientes apariciones, como esa entrevista en 'El hormiguero'. Hace años que el Mr. Hyde de la Transición no tiene nada que decir, aparte de excretar bilis caducada, pero para hacerse el hombre moderno y contrario a las imposiciones sociales, declaró que le dan pena los humoristas porque “ya no pueden hablar de homosexuales ni de enanos”.
De entrada es evidente que Guerra no ha visto ningún monólogo de Ricky Gervais, Michelle Wolf o Modji, por citar a humoristas que son provocadores, pero no caen en el escarnio fácil. El problema es que Guerra todavía tiene en mente, como referentes, los chistes de Esteso, Pajares, Arévalo o Marianico el Corto... El humor del tardofranquismo, vamos, que se divulgaba a través de los casetes comprados en las gasolineras y de las galas televisivas trasnochadas de cuando él era vicepresidente.
En esos años también salía en la tele Eugenio y demostraba que se podía hacer reír sin ser chabacano. Ahora que la excelente película de David Trueba, el "saben aquell', lo ha devuelto a primera línea, escuchamos de nuevo sus chistes y mantienen la gracia de los juegos de palabras y del absurdo; es un humor intemporal. En cambio, Alfonso Guerra forma parte de una España que aún vive en ese paisaje de los chistes vulgares, xenófobos y machistas, y que no es exclusiva de la derecha extrema; es también la España de la incultura atávica, de la grosería, de la altivez de taberna y del chisme infamante. Quizás las decisiones que va tomando Pedro Sánchez para formar gobierno, obligado o de buen gusto, ayuden a eliminar esa miseria mental que hoy ya no quiere votar socialismo, hoy vota Vox.
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