Un año de ChatGPT: ni inteligencia ni artificial
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Albert Sáez
ChatGPT cumple un año. En una hábil maniobra de márqueting, sus inventores han conseguido hacer un pelotazo financiero convenciendo al mundo entero de que era la primera aplicación al alcance de la mano que utiliza inteligencia artificial. Mi modesta opinión es que no es inteligencia ni es artificial. ChatGPT es un algoritmo que permite utilizar bases de datos de un tamaño inédito hasta el momento para generar textos a partir de los requisitos definidos por el usuario. Es gracioso. Le puedes decir a la máquina que te escriba una columna con el estilo de Albert Sáez sobre la ley de amnistía. En tiempo real, el algoritmo procesa todos los textos de esta firma en los que aparece la palabra amnistía y compone uno nuevo en base a la frecuencia de determinadas series de palabras. Punto. Sin pagar derechos de autor, por cierto.
Les voy a revelar un secreto. Desde 1997, EL PERIÓDICO utiliza algo similar a esto que ahora llaman inteligencia artificial para publicar su edición en lengua catalana. Fuimos el segundo rotativo en hacerlo, unos meses después que 'Segre' y muchos años antes que 'La Vanguardia'. Los pioneros de aquel invento, Mario Santinoli en tecnología y Ricard Fité como lingüista, tomaron dos decisiones cruciales para hacerlo posible con la informática disponible en aquel entonces: la base de datos no procesaba los textos palabra por palabra sino que lo hacía a partir de secuencias, lo cual aseguraba la concordancia de género y de número y, en segundo lugar, cada mañana un miembro del equipo, a partir de los errores de la noche anterior, daba indicaciones al programa sobre las secuencias que no debía traducir porque para los revisores era más fácil realizar un cambio manual que detectar un error. Así lograron, por ejemplo, evitar que Javier Arenas (entonces y ahora dirigente del PP) se tradujera por Xavier Sorres. Cuando la inteligencia pueda ser artificial, no harán falta estas cosas, pero, por ahora, es imposible que reproduzcamos lo que no sabemos cómo funciona, nuestro cerebro. Bravo por los que se han hecho multimillonarios, pero estamos donde estábamos.
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