Maldito cabrón asesino
Me gusta este título sin explicaciones, porque sí, porque no sé por qué me gusta, porque no necesita a lo mejor el libro que viene después
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Un hombre teclea en un ordenador / Freepik
Siempre quise titular una novela «Maldito cabrón asesino». No sé por qué me atrae ese título. Es arriesgado decir que porque es bueno, o porque suena definitivo, o porque es tan malo que, por cercanía, casi podría ser buenísimo. Imagino que las cosas gustan a veces porque sí, porque no hay que ofrecer una razón, lo que proporciona al gusto personal una gran libertad, y rango de «no importante». Si hay que saber por qué gustan las cosas, y explicarlo, quizá ya no gusten tanto, y si no gustan, con menos razón vas a perder el tiempo en buscar un porqué, como si indagar en el «no» mereciese menos la pena que en el «sí».
Cada vez que pienso en el título debo hacerlo, a continuación, en la historia. En ese momento, el gusto personal empieza a debilitarse, hasta que se diluye, y de pronto me da más o menos igual el título, y pienso en otra cosa, hasta el día que de nuevo vuelvo a acordarme de que estaría bien titular una novela «Maldito cabrón asesino», y siento su fuerza y encanto. La cuestión que lo enfría todo es qué libro había que escribir para titularlo así. Claramente, uno en el que apareciese un personaje despreciable, que cometiese un crimen terrible, algo que, para ser honesto, nunca he tenido interés en hacer, ni ganas, ni seguramente sabría hacer.
Pero el título es otra cosa. Me gusta «Maldito cabrón asesino» sin explicaciones, porque sí, porque no sé por qué me gusta, porque no necesita a lo mejor el libro que viene después. Ocurre todo el tiempo. Te atrae algo de un modo genérico, o indefinido, o inconfesable, o neutro, o demasiado teórico, o complejo, pues el gusto se siente libre de presentar razonamientos. Y a continuación, como si despertases de un sueño, no queda nada. A veces, por la fuerza de la consolación, te conformas con bastante menos. Todos estamos condenados, lo sabemos, a caer un poco por debajo de nuestras metas. Yo, sin ir más lejos, me he contentado con que «Maldito cabrón asesino» sea el título de una columna, lo que, no sé la razón, tampoco me desagrada.
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